Construcción Social de Género ¿Verdad o mentira?

Autor: Lic. Norma Mendoza Alexandry de Fuentes

 

 

La corriente feminista tiene entre sus propósitos demostrar que género y sexo no son equivalentes y que el género como construcción social no fluye automáticamente de los genitales y los órganos reproductivos que imponen las principales diferencias fisiológicas entre hombres y mujeres. También esta corriente aduce que en la construcción de los status sociales, las diferencias fisiológicas tales como sexo, etapa del desarrollo, color de la piel y otras, son crudas marcas sociales y que los status sociales son cuidadosamente construidos a través de procesos prescritos de enseñanza – aprendizaje, igualación y refuerzo. Afirman además que lo que los genes, las hormonas y la evolución biológica contribuyen a las instituciones sociales humanas, es cualitativamente transformado por las prácticas sociales. En muchos estudios de género (psicología y sociología), se acostumbra decir que los roles de sexo son básicamente aprendidos y se pone de ejemplo cómo a las niñas se les “feminiza” con vestidos color de rosa, moños y broches en el pelo y joyería hecha para resaltar la figura en la forma en que se ve, en nitidez y delicadeza; de este modo, la construcción social de género excede cualquier posibilidad de rasgos de nacimiento (nos dicen).
Es bien conocido el hecho de que niños y niñas tienen diferente naturaleza, sin embargo hoy, esta afirmación se ha vuelto controvertida y se ha introducido la creencia de que las familias y la cultura son quienes modelan las nociones de masculinidad y feminidad y establecen roles específicos “de género”. Se apoyan en el hecho de los cambios de comportamiento de hombres y mujeres durante los últimos 50 años. En aquél entonces, hombres y mujeres vivían vidas diferentes, ya que las mujeres, aunque terminaran preparatoria o tuvieran un grado universitario, buscaban como principal objetivo casarse y una vez que procreaban a sus hijos, usualmente dejaban su trabajo fuera de casa ya que eran ellas quienes principalmente criaban a sus hijos y se convertían en “amas de casa”. El mundo de hoy ha transformado las costumbres: las jóvenes hoy invitan a los varones a salir y pueden llegar a tener la iniciativa sexual; las mujeres de hoy buscan empleos bien remunerados y es notoria la cantidad de ellas que hoy por ejemplo: estudian ingeniería, en comparación con otras épocas.
En un artículo publicado en la revista Newsweek se hablaba de la vida de Mr. Michael Zorek, cuyo único trabajo era cuidar de su hijo Jeremy de 14 meses de edad. El consideraba que se había vuelto experto en compras de alimentos para el hogar, en ccinar y entretener a su activo hijo. Se encontraba además disgustado porque la revista había elaborado un concurso de “ensayo” sólo para mamás, y decía: “yo soy el que hago las compras, yo cocino, etc..” entonces: “¿por qué se le llama “sexismo” solamente cuando las mujeres son excluidas?” El se había convertido en un hombre de hogar ya que su esposa ganaba un buen salario como abogada de una empresa grande. El artículo decía algo más sobre “Mr Moms” –que así era como lo apodaron-, describía la tensión marital que frecuentemente acompañaba el revertir los roles tradicionales. Se notaba además que la esposa tenía un gran remordimiento, como lo tenían otros arreglos maritales similares, y era que “pasaba muy poco tiempo con su hijo”.
Acompañando a este cambio de normas culturales, se encuentra un cambio de la terminología y de este modo hoy se sustituye la palabra sexo por la de género cuando se habla de mujeres y hombres. La expresión “diferencia de género” refleja el supuesto de que cualquier distinción en el trato de los sexos, valores, intereses, habilidades y comportamiento emanan de los rígidos roles de la sociedad, que canalizan el pensamiento y acciones de la gente en direcciones estereotipadas.
Afortunadamente se ha comprobado lo contrario, que las diferencias sexuales son reales, profundamente enraizadas y tienen consecuencias. Hombres y mujeres tienen hoy y siempre, diferentes naturalezas generalmente hablando, diferentes preferencias, talentos e intereses. Estas diferencias pueden ser explicadas en parte por las hormonas y otras distinciones químicas y fisiológicas entre mujeres y hombres y no desaparecerán a menos que parchemos nuestra naturaleza biológica fundamental. Desde el terreno especulativo es creciente la preocupación sobre cómo engranar igualdad y diferencia sin derivar ni en el igualitarismo ni en la subordinación. Lo que se evidencia cada vez con más nitidez es que en Antropología, igualdad no se opone a diferencia. El contrario de la igualdad es la ‘desigualdad’. Las diferencias sexuales no tienen por qué romper la igualdad. Igualdad y diferencia, fundamentos de la riqueza de la verdad y la pluralidad, son compatibles y necesarias; ambas deben ser contempladas y respetadas en la teoría y en la praxis, si no se quiere caer en empobrecimientos teóricos o en injusticias sociales. Esta problemática tiene muchas derivaciones en el campo laboral y social y, sobre todo, en el familiar. Hoy parece necesario esclarecer el papel que han de ocupar en la familia el varón y la mujer –sin confundir maternidad y tareas domésticas-, en cómo compaginar maternidad y paternidad con el cumplimiento de los deberes familiares, que recaen o al menos deberían recaer tanto en la mujer como en el varón, así como en el resto de los miembros de la familia. Hoy debe plantearse con más evidencia que la familia no ha de adaptarse al trabajo, sino el trabajo a las necesidades de las personas.
La filosofía, reflexionando sobre el ser humano, descubrió en un momento dado, que la naturaleza -es decir, la composición de alma y cuerpo- no era la estructura más profunda del hombre. Más allá de la naturaleza, se encuentra la ‘persona’. Las dimensiones más importantes de la persona son: 1) Su irrepetibilidad y 2) Su apertura y relación con los demás, es decir, su máxima comunicabilidad a través de la inteligencia y la libertad que posibilitan el conocimiento y el amor. Esta apertura es ante todo ontológica, constitutiva y en ella se fundamentan las aperturas o relaciones concretas que cada persona establezca. La compenetración, que fundamentalmente se da en el amor sexual y llega hasta determinadas formas de amistad, abarca todos los lazos familiares -según el estudioso Xavier Zubiri-, quien nos dice: “Ahí si que está en su lugar la familia como ámbito de proximidad de personas compenetradas, sobre el cual se va inscribiendo a lo largo del tiempo, de un modo positivo y negativo, la impresión de la realidad de las personas”. No cabe duda de que es en la familia donde se establecen los primeros y los más profundos y duraderos lazos que vinculan a las personas.
Al comienzo de una de sus obras, nos dice la Dra. Castilla : “Cada época, según Martin Haidegger, tiene un tema que pensar. Uno solamente. La diferencia sexual es el tema de nuestro tiempo”. Saber en qué consiste ser varón y en qué consiste ser mujer es una cuestión que esconde la respuesta a un amplio abanico de preguntas que van desde la homosexualidad, la estructura del amor o de la familia, hasta la llamada “construcción social del género” y lo más importante, la imagen de Dios en el ser humano.