Un poco de feminismo

Autor: Lic. Norma Mendoza Alexandry de Fuentes

 

Es un hecho aceptado que: “ La Verdad nos hará libres”. Lo opuesto también es verdad: las falsedades esclavizan y los mitos destruyen.

Hoy debemos enfrentarnos a uno de los movimientos que mezclan mitos con realidad y en su nombre, demandan cambios en las relaciones de las mujeres  -con los varones, en el matrimonio, en la familia- y aún en su vida íntima. Para las feministas, el matrimonio tradicional  es un impedimento para la realización de la mujer; además el principal obstáculo para la realización de una sociedad igualitaria es el ‘patriarcado’ y el orden social que lo sostiene, particularmente el matrimonio y la religión. De aquí se deduce que durante las cuatro décadas pasadas hayan dedicado grandes esfuerzos a socavar el matrimonio, la familia, la religión y la masculinidad.

En México es notorio el cambio en el escenario en el cual se forman y desenvuelven las familias y los individuos. En la actualidad los hogares no-familiares son más frecuentes en la sociedad que hace dos décadas. En 1976 este tipo de ‘arreglos’ comprendía 4.8% del total de hogares en el país, mientras para el 2000 había alcanzado casi el 7%. Este incremento se debe a que los hogares formados por una persona han aumentado su peso relativo de 4.2% del total de unidades domésticas del país en 1976, a 6.5% en el 2000. Los hogares encabezados por mujeres se han incrementado rápidamente en el último cuarto de siglo al pasar de poco menos de uno de cada 8 en 1976, a más de uno de cada 5 en 2000. La jefatura femenina es un fenómeno fundamentalmente urbano (8 de cada 10 jefas residen en estos contextos) y se concentra en etapas tardías al ciclo vital, ya que cerca de 6 de cada 10 hogares con jefatura femenina corresponden a mujeres que tienen 45 años o más.

Diversas teorías indican que el problema de la desigualdad en el reconocimiento y garantía de los derechos de mujeres y hombres que impiden el desarrollo humano debe abordarse enfrentándose a tres cuestiones básicas: el modelo antropológico que está en la base del concepto de ‘sujeto’; qué es lo privado y lo público o sobre qué o quiénes se ha construido el poder y el modelo de desarrollo.  Las cuatro Conferencias Mundiales sobre la Mujer de 1975 a 1995 organizadas por Naciones Unidas contribuyeron a situar la causa de la igualdad entre los géneros en el centro mismo del temario mundial. En la Conferencia de México de 1975 se identificaron tres objetivos esenciales:

  1. La igualdad plena de género y la eliminación de la discriminación por motivos de género.
  2. La integración y plena participación de la mujer en el desarrollo.
  3. Una contribución cada vez mayor de la mujer al fortalecimiento de la paz mundial.

Desde esta Conferencia en México, a la IV Conferencia Mundial en Pekín, 1995, se concentran en alterar la estructura básica de desigualdad de las relaciones de poder entre mujeres y hombres, a partir de aquí el esfuerzo va a estar centrado en fortalecer el papel social y político de las mujeres de forma que pudieran hacer valer sus prioridades y necesidades, en otras palabras, convertirlas en un sujeto social y político. La transformación fundamental que se produjo en Pekín fue el reconocimiento de la necesidad de trasladar el centro de atención de la mujer al concepto de género. Se sostiene que únicamente una reestructuración fundamental de la sociedad y sus instituciones logrará potenciar el papel de las mujeres en todos los aspectos de la vida. Debido a que persisten graves situaciones de desigualdad se demanda además “el empoderamiento de las mujeres de todo el mundo” y para el logro de este compromiso se proclama en el punto No. 9 que hay que asegurar “la plena implementación de los derechos humanos de las mujeres y de las niñas como parte inalienable, integral e indivisible de todos los derechos humanos y libertades fundamentales”. Nótese que aquí se mencionan específicamente los derechos humanos “de las mujeres”, expresión vaga que, sometida a  interpretación puede referirse no sólo a la demanda de derechos en igualdad con el hombre, a derechos que promuevan la independencia económica de las mujeres y su incorporación en plano de igualdad en el empleo, la educación, la ciencia, la tecnología, las comunicaciones y los mercados, sino también con respecto a su salud en enfermedades propias de la mujer y en cuanto a su capacidad reproductiva. En este punto, la IV Conferencia retoma lo dispuesto en el punto 8.25 del Programa de Acción de la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo en donde se establece que: “En ningún caso se debe promover el aborto como método de planificación de la familia” (106-K). Sin embargo, en la revisión de esta Conferencia cinco años después, se menciona que “se concede una mayor atención a la salud sexual y reproductiva y a los derechos reproductivos de la mujer tal como se dice en los párrafos 94 y 95 de la Plataforma de Acción”. Según éste: “ estos derechos se basan en el reconocimiento del derecho básico de todas las parejas e individuos a decidir libre y responsablemente el número de hijos, el espaciamiento de los nacimientos….y el derecho a alcanzar el nivel más elevado de salud sexual y reproductiva”.

En el Continente Americano, el Comité de América Latina y el Caribe para la Defensa de los Derechos de la Mujer (CLADEM) impulsa una campaña que tiene por objeto incorporar la perspectiva de género en el discurso de los derechos humanos en la que se destaca la Conferencia Mundial de Derechos Humanos (Viena 1993) cuya Declaración incluye un apartado de derechos sexuales y reproductivos que define en el punto 2, Art. 11 que “la autonomía reproductiva implica para las mujeres el acceso al aborto seguro y legal”. Más adelante, el Consenso de Lima (VIII Conf. Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe) menciona en el inciso n) : “garantizar la protección de los derechos humanos de las mujeres, incluidos los derechos sexuales y reproductivos” y en el Consenso de México derivado de la IX Conferencia CEPAL el mes de junio 2004, se ratifica lo anterior y se conmina a “revisar e implementar la legislación que garantice el ejercicio responsable de los derechos sexuales y reproductivos y el acceso sin discriminación a los servicios de salud” (6-XI).

Aquí en nuestros países subdesarrollados se han declarado abiertamente solamente los primeros pasos de avanzada del feminismo radical. En Estados Unidos estamos observando ya otra etapa del feminismo con la idea de que inhibir el deseo sexual es malo y por tanto esto se enfocó a la promoción del lesbianismo (en las mujeres) y la homosexualidad (en los varones), hasta llegar a estos momentos en que se demanda la legalidad de las uniones homosexuales.

Lo anterior es sólo una vista ‘a ojo de pájaro’ de lo que está ya sucediendo.  Animo a los lectores a aclarar sus ideas y a pensar siempre en la “eterna verdad sobre el ser humano, hombre y mujer –verdad que está también impresa de modo inmutable en las experiencias de todos” (Mul. Dignitatem, 17) y a no olvidar :

Que  “la mujer es aquélla en quien el orden del amor en el mundo creado de las personas halla un terreno para su primera raíz” (Ibidem, 111)       y

       Que  “la dignidad de la mujer es medida en razón del amor, que es esencialmente orden de justicia y caridad” (San Agustín, De Trinitate).