Amistad de calidad

El buen samaritano (8)

Puntos de reflexión sobre las relaciones interpersonales a la luz del Evangelio.

 

 

Entonces Jesús, tomando la palabra, dijo: Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos salteadores que, después de haberle despojado, le cubrieron de heridas y se marcharon, dejándolo medio muerto. Bajaba casualmente por el mismo camino un sacerdote; y, viéndole, pasó de largo. Asimismo, un levita, llegando cerca de aquel lugar, lo vio y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de camino llegó hasta él, y al verlo se movió a compasión, y acercándose vendó sus heridas echando en ellas aceite y vino; lo hizo subir sobre su propia cabalgadura, lo condujo a la posada y él mismo lo cuidó. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y le dijo: Cuida de él, y lo que gastes de más te lo daré a mi vuelta. ¿Cuál de estos tres te parece que fue el prójimo de aquel que cayó en manos de los salteadores? El le dijo: El que tuvo misericordia con él. Pues anda, le dijo entonces Jesús, y haz tú lo mismo. (Lc 10, 30-37)
BAJABA CASUALMENTE POR EL MISMO CAMINO. La necesidad espera ardientemente a la casualidad. Dios se hace presente de forma fortuita, para enseñarnos la gratuidad de la gracia: ME PRESENTÉ A LOS QUE NO PREGUNTABAN POR MÍ, ME HALLARON LOS QUE NO ME BUSCABAN (Isaías 65, 1)

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Los ladrones son astutos. Saben que cuesta abajo el caminante va más desprevenido y se le roba mejor. La pendiente fácil de la tibieza esconde una emboscada en cada recodo.

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BAJABA CASUALMENTE... Todo encuentro verdadero requiere cierta dosis de azar. Por paradójico que parezca, nuestras amistades se basan en una especie de "casualidad necesaria". En cambio lo que está programado, previsto, planeado, es la reunión, el negocio, el intercambio, la comunicación, etc, pero no el encuentro. Si no se vive como un regalo, como un hallazgo venturoso, el encuentro apenas tiene lugar. Falta la chispa de Dios. Lo que parece casualidad no es sino el dedo de la Providencia; cuanto más previsto por Dios tanto más fortuito parece al hombre.

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El prójimo es, por definición, inoportuno, inesperado. No aparece en el principio o en el final, que son lugares con los que ya contamos, sino en mitad del camino, o sea en la imprevisión. Caminar es exponerse a prójimos inopinados.

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Prójimo es aquel que encuentro cuando no espero y me pide lo que no tengo.

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También es propio del prójimo pedir sin palabras, e incluso en contra de ellas. Rechazar la ayuda es la forma más angustiosa de pedirla. Donde la voz calla la presencia grita.

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BAJABA CASUALMENTE POR EL MISMO CAMINO UN SACERDOTE. ¿Por dónde iba a pasar si no? El camino del sacerdote no es otro que el de los demás, o sea este mundo. Si Dios lo ha ENTRESACADO DE LOS HOMBRES, como dice la Escritura, es para reforzar aún más su presencia entre ellos con una misión: PARA TODO AQUELLO QUE SE REFIERE A LAS COSAS DIOS (Hebreos 5, 1).

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DESPUÉS DE HABERLO DESPOJADO LE CUBRIERON DE HERIDAS. Le cambiaron ropa por magulladuras, que son el traje de Cristo en su Pasión: ¡HE AQUÍ AL HOMBRE¡, dijo Pilato.

El uniforme de la Humanidad es el dolor: quien lo viste representa a todos.

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Una herida es una persona a flor de piel.

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Y LO DEJARON MEDIO MUERTO (en latín SEMIVIVUS). Medio bueno, medio fiel, medio enamorado, medio sabio, medio culto, medio virtuoso, medio santo... ¡Estoy harto, Señor, de medianías! ¡De esta vida cadavérica de la tibieza! ¡Vivir a medias no es vivir!

Mi mediomuerto avanza como un cáncer: POBRE DE MÍ, ¿QUIÉN ME LIBRARÁ DE ESTE CUERPO DE MUERTE? (Rom 7, 24). Pero mi SEMIVIVO le resiste y se rebela. Nadie más vivo que el agonizante. En vista de la muerte la vida revive y se apura.

Ahora, Señor, que soy basura arrumbada en la cuneta, me da por vivir con todas mis fuerzas. Ven, Señor, y ponte de mi parte (de mi parte viva).

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BAJABA CASUALMENTE... Y AL VERLO. ¡Cómo humillas, Señor, mi arrogancia! Al borde del camino, mi vida depende ahora de un simple caminante. Para ser yo mismo necesito recibirme como limosna de otro, yo, que marchaba tan seguro por mi propio pie.

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Y AL VERLO PASÓ DE LARGO. ¿Qué hay más allá de una persona herida? ¿Adónde cabe ir dejando atrás el dolor? ¿Qué queda por encontrar después del prójimo? ¿Adónde sigue el camino si no es hacia el propio yo? ¿Qué busca quien no busca a alguien? ¿De qué sirve llegar, si el fin te lo dejas en el camino?

Para el sacerdote y el levita ver es ya pasar. Es una mirada resbaladiza, que cosifica cuanto ve; una mirada forense, lista para certificar defunciones.

¿Lo dieron por muerto? No sería extraño, porque un muerto sólo ve muertos, o al menos los da por tales.

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No me reconozco, Señor, en esta sombra que llama a tu puerta. Desperdigado en tantos sitios, el corazón se me fue cayendo, no sé cuándo ni dónde.

¿De qué me sirve llegar si el que llega apenas soy yo?

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PERO UN SAMARITANO... AL VERLO SE MOVIÓ A COMPASIÓN. En la mirada misericordiosa se anticipa todo: curarlo, transportarlo, alojarlo, costearlo. Donde hay corazón para mirar nunca faltan fuerzas para obrar.

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LO QUE GASTES DE MÁS TE LO DARÉ A MI VUELTA. A mi vuelta, sí, porque la factura es cara. Primero pasaré por Cristo, NOSTRAE SALUTIS PRETIUM (PRECIO DE NUESTRA SALVACIÓN) y al salir de la oración volveré con los bolsillos llenos.

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Déjame, Señor, descargar en ti este mediomuerto que traigo encima. Déjame, Señor, sacar de ti lo que cuesta su convalecencia. Te pido por mi amigo, Señor, tú que eres Posada, Posadero y Precio...


Autor: Padre Pablo Prieto Rodríguez correo/email