¿Eres alegre o sólo te diviertes? Alegría no es lo mismo que diversión.

Autor: Pilar Bacha de Camargo


Cuando estás en un lugar agradable, con gente agradable, haciendo algo agradable, seguramente te estás divirtiendo. Pero cuando ese momento termina, se acaba también la diversión. En cambio, la alegría es una actitud ante la vida. Puedes tener un corazón alegre aun con problemas. Puedes estar en paz con Dios, a pesar de tener carencias. La alegría la obtienes VOLUNTARIAMENTE y es más profunda y duradera. La diversión es momentánea y superficial.

La risa es la manifestación de la diversión, pero la sonrisa, es la manifestación de la verdadera alegría. Puedes reírte a carcajadas y seguir vacío en tu interior. En cambio, si generalmente tienes una sonrisa en el rostro, es muestra de que aceptas las cosas como son, que aprecias lo que tienes, que no te quejas de lo que te falta, que vives la vida plenamente con tus propias circunstancias y que eres capaz de amar a Dios, agradeciéndole todo lo que te ha dado.

La alegría es el sonido de la Felicidad. ¿Te has dado cuenta que confortante es tener cerca una persona alegre? Esas que tararean una tonada, que sonríen, que saludan a todos a su paso; esta actitud es contagiosa, invita a los demás a ser también amables. Estas personas han decidido cómo manejar su vida, tratando siempre de dar, de darse, de comprometerse con el prójimo y de ser útil en la medida de sus capacidades. Estas personas aman la vida. No hay amargura en sus corazones.

Ser alegre no significa tomar las cosas a la ligera ni con poca seriedad, sino darle un sentido positivo y enriquecedor a lo que la vida te depara. Sacar el mayor provecho de las cosas buenas y manejar lo mejor posible las cosas que nos causan dolor y sufrimiento.

No todo el que se divierte es alegre. De hecho, en ocasiones las personas que no saben cómo manejar sus enojos, frustraciones, miedos, ansiedades, buscan “diversión” con mucha intensidad y diría yo, con desesperación y a veces, esto provoca que acepten cualquier tipo de actividad que les llame la atención: puede ser buena o mala, sana o insana, adecuada o peligrosa, y por supuesto, esto lo hacen con el afán de tapar o disimular o evadir su gran pena o tristeza. Es una alegría ficticia.

Cuando un amigo insiste en que lo acompañes en sus diversiones, habría que estar muy atento a qué se refiere. Algunas personas creen que con alcohol, drogas, sexo, apuestas, alcanzan tal grado de entretenimiento y “felicidad” que afirman muy convencidos: “¡Mejor no me la puedo pasar!” y lo dicen con tanta seguridad, que lo hacen atractivo y deseable; así convencen a otros a participar en sus grupos de “parrandas”. Sin embargo, todo esto no les hace ser felices ni alegres, al contrario, en el fondo siguen vacíos y lo único que quieren es evitar darle la cara a sus problemas y escapar de una realidad que no pueden confrontar.

La diversión es sana, siempre y cuando te deje un buen sabor de boca y, de cara a Dios, puedas decirle: “Gracias Dios mío por este rato de esparcimiento y de distracción. Gracias, porque me has permitido sentirme mejor y con más energía para afrontar mi vida diaria”.
Si no puedes agradecer de esta forma a Dios, tu diversión no es sana ni es la apropiada.