Las lágrimas de San Pedro

Autor: Padre Prudencio López Arróniz C.Ss.R.

Correo: ARRONIZ-PRUDEN@terra.es

 

                                 Día 1º

 

                           Aproximación a la figura de Pedro  

 

 Los evangelios son una caja de sorpresas. Una de ellas, y no la más pequeña, son las negaciones de Pedro.

Y la sorpresa es doble, porque sólo las escenas que la Iglesia primitiva consideraba  de primera importancia, son narradas por los cuatro evangelios, cuando lo lógico hubiera sido lo contrario: que los evangelistas narraran la hora más negra de su Jefe. Tenían mil razones para ello:  la necesidad de defender el prestigio de la autoridad: el hecho de que las negaciones de Pedro, en el conjunto de la Pasión de Jesús son una mera anécdota: el temor a la incomprensión de los no cristianos: la lógica vergüenza de abrir la Historia de la Iglesia con un Papa cobarde y traidor.

Y, sin embargo, lo cuentan los cuatro evangelistas. Y con una amplitud, relativamente desproporcionada para tal anécdota.

Hay personas que ven en los relatos evangélicos, afanes mitificadores y exaltadores. Tendrían que detenerse a considerar que los evangelios jamás disimulan la torpe pasta sobre la que la Iglesia fue construida, los fallos, las incomprensiones de los primeros apóstoles. Tal vez porque, como buenos teólogos, saben subrayar que en definitiva, es la Gracia de Jesús la que construye.

Y sobre todo, tratándose las lágrimas de Pedro, porque piensan que tales lágrimas del arrepentido son mucho más importantes que las lágrimas del acobardado..

O quizás porque Pedro contaba a todo el que quería escucharle, su hora negra, que es, sin embargo, en su amor y desamor, lo que mejor define su persona

Pedro era, según lo conocía Jesús, un diamante en bruto. Su cultura, no iba mucho más lejos de lo que los niños aprendían en la Sinagoga. Que era un hombre inquieto sobre la marcha del mundo, lo prueba el hecho de que se hubiera desplazado de Galilea a Judea para oír a Juan el Bautista. Era uno de tantos judíos que presentían que algo estaba a punto de suceder. “Algo” Y ciertas intuiciones profundas del alma nunca suelen fallar.

Su carácter era una confusa mezcla de audacia y cobardía: o mejor, era alguien de temperamento bipolar, que podía pasar en cuestión se segundos de la audacia a la cobardía. Era un radical, enemigo de las medias tintas, y ponía al servicio de este extremismo una violencia típica de los Galileos y de su oficio duro y arriesgado de pescador.

Le veremos echarse a nadar sobre el agua porque Jesús se lo manda; y un minuto después gritar aterrado, pedir auxilio porque se hunde en el agua. Le oiremos proclamar  convencido que Jesús es el Hijo de Dios vivo(Mt 16, 16), que sólo Jesús tiene Palabras de Vida Eterna (Jn 6, 69-70), y pocos días más tarde le veremos casi insubordinándose cuando Jesús anuncia su Pasión, riñendo a su Maestro, diciéndole que esas palabras no se realizarán jamás.  (Mt 16, 23). Se escandaliza ante la idea de que Jesús le lave los pies porque ése era oficio de esclavos, no de su Maestro, y tras una simple explicación de Jesús, gritará que no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza. Oiremos en la Ultima Cena  sus protestas más tajantes de fidelidad , y unas horas más tarde, se dormirá en el Huerto de los Olivos. Le veremos empuñar virilmente la espada y agredir a uno de los soldados del Pontífice y quedarse luego tan aterrado como los demás, cuando cogen preso al Maestro y se lo llevan. Es tan audaz y atrevido que se mete en la boca del lobo, en el patio del sumo sacerdote, mezclado con los soldados enemigos que acaban de hacer prisionero a su Maestro, y se vendrá abajo como una torre de naipes ante la simple mirada de una mujer.

Este es Pedro, algo tan parecido a nosotros como para no reconocerlo, para no reconocernos en él.... ,y, por lo mismo, comprenderlo.

Pedro pertenecía a ese apartado de personas que tienen una gran estima de si mismos, pero una imagen ni de autoestima, ni negativa, sino aureolada

Las personas que viven de su imagen aureolada, no ven más que sus aspectos positivos y son incapaces de aceptar los aspectos negativos de su personalidad y de sus comportamientos. Viven apoyados en una falsa imagen de si mismos. Sencillamente, no se conocen.

A la luz de estos principios, comencemos a leer el drama de Pedro

Entonces Jesús les dijo:

“ Todos vais a fallar por mi causa esta noche. Heriré al Pastor , y se dispersarán las ovejas del rebaño. Pero después de resucitar iré con vosotros a Galilea.

Pedro le respondió:

Aunque todos fallen por causa tuya, yo no fallaré.

Jesús le dijo:

Te aseguro que esta misma noche, antes de que el gallo cante, me habrás negado tres veces.

Pedro le replicó:

Aunque tenga que morir contigo, no te negaré” (Mt 26, 31-35)

Pedro cree conocerse a sí mismo hasta el hondón más profundo de su ser. A sus propios ojos, aparece como un hombre de cuerpo entero: generoso, honesto en sus palabras, coherente, valiente, viril, fiel a Jesús incluso hasta la muerte.

Pero Pedro, al hablar de su muerte, está pensando en una muerte heroica, gloriosa, aureolada también. Morir con la espada en la mano:  morir como Los Macabeos, aquellos héroes nacionales judíos, que murieron patrióticamente defendiendo a su pueblo contra los invasores  paganos a las órdenes del rey Antíoco.

Hasta ahí llega Pedro. Acepta la muerte heroica, pero no acepta morir como su Maestro: humillado, en silencio, siendo objeto de burla. Ni se conoce a si mismo, ni conoce a Jesús.

En esto llegó Judas , uno de los Doce, con un tropel de gente armados de espadas y palos.·

Se acercó a Jesús y lo besó

Jesús no reacciona como Pedro esperaba, sino que le dice:

- Amigo, ¿a esto has venido?

Luego lo arrestan.

 “Echaron mano a Jesús y lo prendieron” (Mt 26, 49-50).

Pedro es de sangre caliente, arrebatado, que ponía el corazón en todo lo que hacía referencia a Jesús. Quiere llevar hasta sus últimas consecuencias la veracidad de sus palabras. No lo pensó dos veces. El Maestro estaba en peligro. Le  hirvió la sangre. Ha dicho que morirá como un héroe con la espada en la mano por su Maestro,  desenvaina el acero, y con todo el vigor del viejo lobo de mar que ha robustecido los músculos de sus brazos, remando contra corriente, arriando las velas de su barca, guiando con poder el timón en contra de mareas, huracanes o tempestades desatadas, descarga viril un golpe certero sobre la cabeza de Malco.  criado del Sumo Sacerdote. A este pobre asalariado le salvó el casco o capacete de acero que cubría su cabeza, porque la espada resbaló sobre el metal y le cortó la oreja.

Pero Jesús ordenó a Pedro:

Guarda tu espada, pues todos los que empuñan su espada para matar, a espada morirán” (Mt 26, 52)

El Maestro desautoriza públicamente a Pedro. No permite que se responda a la violencia con la violencia. Eso equivaldría a entrar en una espiral  de consecuencias negativas incalculables.

Pedro ya no entiende nada. Y dejándose llevar de su corazón se pregunta indignado y confuso.

“¿Si quería morir, por qué nos ha llamado a seguirle? Si yo no puedo echar mano de la espada ¿por qué no vienen esas famosas legiones de ángeles, por qué Dios no salva a su Consagrado? ¿Por qué se deja aprehender aquí, de noche, como si fuera un vulgar malhechor de arrabal?

Pedro está desconcertado en su identidad. Jesús le acaba de romper la imagen aureolada y heroica que tenía de si mismo. Ya no sabe quién es él, qué tiene que hacer, cuál es su papel en el Reino de Dios. Pero tampoco sabe quién es Jesús.

Se le acercó una criada y le dijo:

Tú también estabas con Jesús, el galileo. Pero él negó ante todos, dicjendo:

Mujer, no sé de qué me hablas” (Mt 26. 69-70)

Pedro no es un bellaco, puesto que estaba dispuesto a morir. Ni se deja llevar del miedo. Habla desde del desconcierto, el desasosiego y la turbación.

Salió después al portal, le vio otra criada y dijo a los que había allí:

Este andaba con Jesús de Nazaret.

Y por segunda vez negó con juramento:

Yo no conozco a este hombre (Mt 26 71-72)

Es verdad. Jesús se ha convertido para Pedro en un enigma. La imagen que tenía de si mismo y de Jesús se está derrumbando como un castillo abandonado.

“Ya no sé lo que quiere, no sé quién es. Dios siempre interviene a favor del justo. ¿Por qué no interviene ahora en favor de Jesús? ¿Es que no era justo? ¿Nos ha engañado?”

Y en esta maraña vidriosa de preguntas sin respuestas, en este estado de confusión mental, desbocado su corazón, jura e impreca contra Jesús. No sabía lo que hacía.

Psicológicamente hablando había caído en un estado de confusión mental, es decir, de la disminución de la actividad de la conciencia, de una obnuvilación, hasta llegar a un estado de estupor

Pero un rayo de luz comienza a filtrarse, tenue y vigoroso, rompiendo la densidad de su estado nebuloso mental. Pedro comienza a pensar ahora de modo totalmente diferente.

“He aquí al hombre de quien yo me serví siempre, para tener una posición de privilegio, para cultivar mi imagen personal aureolada ante lo discípulos y ante las masas,  y que ahora va a morir por mí.”

Se rompe el velo y Pedro comienza a intuir que Dios se revela precisamente en Cristo abofeteado, insultado, renegado por él.

Y comienza a comprender a Jesús. Pedro  hubiera querido morir por su Maestro: pero ahora entiende la vida de otra manera..

“No, mi puesto es dejar que él muera por mí, que sea más bueno, más grande que yo. Quería hacer más que él, quería ir siempre por delante de Jesús, precisamente cuando durante toda mi vida no he sido capaz de entender su Misterio. Y ahora en cambio es él quien me ofrece esta vida suya que yo no he comprendido y que he rechazado”..

Pedro entra por esta humillación vergonzosa  en el conocimiento del Misterio de Dios revelado en Jesús de Nazaret, su Maestro.

 

Ante el drama de Pedro, surgen dos interrogantes graves:
 ¿Quién soy yo? ¿Qué imagen tengo de mí mismo? ¿De autoestima, negativa, aureolada? La verdad es ésta.

“Yo no soy lo que creo ser: Yo no soy lo que los demás creen que soy. Soy lo que Dios ve que soy ahí, en el hondón más hondo de mi ser. Y ¿qué soy ahí?

Hay que tener mucho coraje para mirar sin pestañear la imagen exacta que refleja el espejo de la verdad.

Jesús desmonta la idea de un “Mesías socio-político- religioso” que rondaba la cabeza de Pedro, lo mismo que la de sus coetáneos.

Pero también desmonta la idea de un Mesías que salva desde fuera. No; Jesús salva desde dentro, dándolo todo, dándose todo. Desde el amor crucificado.

¡Qué difícil nos resulta dejar a Dios ser Dios en nuestra vida..dejarnos salvar. Nos parecemos al niño chico que se ha levantado enfurruñado y que la madre intenta arreglarlo:  lo que hace la madre peinándolo con las dos manos, el niño lo deshace con una. Somos así. 

A Pedro lo salvó el amor paciente de su Maestro

Y es que a la postre, sólo nos salva el amor.

Por favor abre los ojos y los oídos. “¡Porque cada minuto que cierras los ojos, pierdes 60 segundos de luz....de Su Luz¡”

 

                                                 PRECES

 

SEÑOR, TAMPOCO NOSOTROS TE CONOCEMOS. NOS ES FÁCIL CONOCERTE EN LAS PROCESIONES DE SEMANA SANTA, PERO QUÉ DIFÍCIL NOS RESULTA CONOCERTE EN LA CRUZ, EN LAS CRUCES NUESTRAS DE CADA DÍA.

ABRENOS LOS OJOS, SEÑOR,

TE ROGAMOS OYENOS

 

ABRENOS LOS OJOS, SEÑOR, PARA QUE TE RECONOZCAMOS EN LAS EXPERIENCIAS DOLOROSAS, PASCUALES,  A TRAVES DE LAS CUALES TU ROMPES EL VELO DE NUESTRA IGNORANCIA,  Y DE TU MISTERIO, COMO A PEDRO.

       

          TE ROGAMOS ÓYENOS.  

 

 

ENSÉÑANOS QUIEN ES EL PADRE QUE TE HA ENVIADO POR AMOR. QUIÉN ERES TU QUE REVELAS QUIEN ES EL PADRE EN TU AMOR CRUCIFICADO EN EL MADERO

TE ROGAMOS, OYENOS.

 

 

 

REVÉLANOS QUIENES SOMOS NOSOTROS, QUE NO NOS CONOCEMOS A FONDO. REVÉLANOS NUESTRA IDENTIDAD ÚLTIMA, SOBRE TODO CUANDO LLEGUE LA HUMILLACIÓN DE NUESTRA POBREZA Y FRACASOS.

TE ROGAMOS, OYENOS.

 

 

       HAZNOS EXPERIMENTAR, EN VIVO Y EN DIRECTO, QUE SÓLO SALVA EL AMOR PACIENTE QUE ESPERA, COMO LO HICISTE CON PEDRO.

TE ROGAMOS, OYENOS.

 

 

 

                                               Día 2º

 

                  “ LO QUE SALVA ES LA MIRADA “      

                                       

                             NEGACIÓN DE PEDRO  (Lc 22, 54-65)  

 

Después de prenderlo, lo llevaron hasta la casa del Sumo Sacerdote. Pedro lo seguía de lejos. Habían encendido fuego en medio del patio, y Pedro se sentó entre los que estaban alrededor de la lumbre. Una sirvienta lo vio sentado junto al fuego, lo miró fijamente y dijo:

-  También éste andaba con él.

-  Pedro lo negó diciendo:

-  No lo conozco, mujer

Poco después, otro, al verlo dijo:

- Tú también eres de ellos Pedro le dijo:

-  No lo soy.

Transcurrió como una hora, y otro afirmó rotundamente:

-  Es verdad, éste andaba con él, porque es galileo.

Entonces Pedro dijo:

-  No sé de qué me hablas..

E inmediatamente, mientras estaba hablando, cantó un gallo. Entonces, el Señor, se volvió y miró a Pedro. Pedro se acordó de que el Señor le había dicho: “ Hoy mismo, antes de que el gallo cante, me habrás negado tres veces”

Y saliendo afuera lloró amargamente.”

El impresionante evangelio que acabamos de proclamar y escuchar forma parte del evangelio de S. Lucas, y es como el relato nuclear que motiva este triduo.

Lo que conmueve hasta el estremecimiento es la descripción de lo imposible: la mirada de Jesús:  “ se volvió y miró a Pedro”

Aquí todo sucede en silencio. El silencio es el que da sentido al hablar de  los ojos. Quien no comprende una mirada, tampoco comprenderá una cascada de explicaciones y palabras deshuesadas.

En las palabras se refleja el talento, y en las miradas el alma.

Se volvió y miró a Pedro

El hombre puede disfrazar su rostro, su cuerpo, sus sentimientos,.Dios ha querido que lo único que no podamos disfrazar es la mirada y los sentimientos que enmarcan  el lago de unos ojos.

Se volvió

¿De dónde? ¿De qué? Jesús estaba maniatado, golpeado, escupido, juzgado, condenado a muerte por el Sanedrín entero.

“ ¿No lo habéis oído? Ha blasfemado contra el Santísimo Nombre. Es reo de muerte

De ahí se volvió Jesús: de esa guerra en que le iba la vida. Se abrieron las puertas del tribunal. Un grupo de soldados, sacaban maniatado, a empujones, en medio de una loca algarabía de triunfo a Jesús. Habían cogido prisionero al enemigo número uno de Israel.

Fue en ese momento cuando cantó un gallo con grito acerado por segunda vez, y su canto  sonó en la noche fría más claro, más limpio, más cercano. Esta vez su grito se clavó en el alma de Pedro, que recordó las palabras de Jesús en la Cena:

“ Antes de que el gallo cante dos veces, me habrás negado tres”  (Jn 13, 38: Lc 22,  34)

La voz del animal fue para Pedro como un relámpago que iluminó hasta las entretelas del alma. Y a su luz, en un segundo, midió la hondura de su traición

Allí estaba Pedro: en la semioscuridad: agazapado en el recuerdo de sus negaciones cobardes del Maestro, con un nido de víboras enroscado y mordiéndole venenosas el corazón, ahogándose en un río de remordimientos pegajosos que no los podía desechar.. En su vida había tenido que hacer frente a momentos amenazadores de muerte,: oleajes de altas amuras que abrían  su boca monstruosa. y líquida abatiéndose sobre él,  intentando engullirlo en el abismo del mar, cuyo fondo verduzco dejaban al descubierto.

¡Qué dura es la vida de un viejo lobo de mar como él¡

No tuvo mucho tiempo para seguir pensando. Justamente, en aquel momento, maniatado, golpeado, por quienes le conducían, pasaba el Maestro a su vera, delante de él. Vio que se detenía un momento, que levantaba lentamente la cabeza, que abría los párpados entumecidos, que lo miraba, que fijaba su mirada en él. Y que no diciendo nada, lo decía todo.

Las palabras más hirientes son las miradas doloridas silenciosas

“Y volviéndose el Señor, miró a Pedro” ( Lc. 22, 61)

¡Aquellos ojos de Jesús...aquella mirada¡. Nadie le había mirado con tanta intensidad. Nadie había desplegado en silencio .un abanico tan plural de sentimientos sobre sus propias pupilas. Nunca más podrá olvidar aquella mirada. Había sido tan tierna como la del amor complacido. Era una de esas ternuras mucho más irresistible que el enojo. En aquellas décimas de segundos, el relámpago de los ojos de Jesús le dijeron mucho más que mil palabras.

Ojos poderosos que le conturbaban como un mal sueño, le invadían como una marea hasta los meandros más íntimos de su alma; le dominaban sin palabras

¡Qué ojos tan profundos los de Jesús, tan llenos de ternura, de algo infinito que nadie puede describir, porque nadie ha sido jamás capaz de aguantar su mirada¡

Hubiera preferido todas las imprecaciones y acusaciones de Jesús, a aquella mirada mansa, dolorida: la mirada de quien, por su culpa, se sentía infinitamente solo.

La mirada en silencio lo dice todo: el amor y el odio, el dolor y la soledad, el insomnio y el gozo. El dolor máximo de una vida, así como el palpitar más atropellado con que se estremece el corazón de amor, se dicen siempre en silencio. La palabra es imperfección. Imposible que pueda acarrear el desbordamiento de tantas vivencias plurales como produce el huerto del corazón.

A la postre, lo que salva es la mirada. Quien haya experimentado en su vida la fuerza de una de esas miradas, que dicen infinitamente más que mil gestos y palabras, sabrá lo que es una mirada intensa de vibraciones.

Después de todo lo último que llevamos tatuada en el alma es una última mirada, o el vacío de la mirada que no llegó, o la mirada que nos aplastó.

¿Qué vibró en el aire en aquel choque de miradas, chispeantes y vibrantes como dos espadas de acero, entre los ojos de Jesús y los del discípulo, portavoz de los Doce?

Todavía vibraba el eco del canto del gallo en la noche: la carcajada del Mal, el triunfo del pecado sobre la cobardía de Pedro.

Y con la inmediatez con que el trueno seco sigue al relámpago cegador , Pedro sintió que una herida se le estaba abriendo en el corazón. Y sangraba.

Era una herida desconocida, no catalogada en las escuelas médicas,. Era la peor de las heridas: la herida del amor traidor que reconoce su traición.

¡Qué drama tan ajeno a los que les rodeaban¡ Nadie tenía una sensibilidad tan a flor de piel como para descubrir los sentimientos que sobrenadaban en el río de sus ojos¡ 

El respirar acongojado del pecho de Pedro sintió como un oleaje de ansiedad que le apretaba el corazón. Era una estado afectivo desconocido, brusco que comenzó a transformar su equilibrio psíquico físico, que le ascendía como un amargo pleamar, produciendo en su garganta gemidos entrecortados,  que al final se derramaron como una catarata incontenible de sus ojos convertidos en fuentes.

No pudo más. Salió fuera. Se ahogaba, sentía que se ahogaba. Apoyó su brazo derecho en la pared de una tapia desconchada, y sobre la almohada suave de su brazo apoyó la cabeza. Lloró, lloraba con desconsuelo,  lloraba como  un niño chico que se da cuenta de que se ha quedado sin madre Y la llama desconsolado, ignorando que nunca más la volverá a ver..

Pedro sintió de pronto, que su corazón se había quedado sin la mirada del Maestro. Su vida era muerte sin el amor de Jesús. Su boca paladeaba sequedad y amargor. De tenerlo todo con él, se encontró frustrado con su propia nada

Y de nuevo el dolor sordo de la herida. La sangre que fluía de su corazón lacerado, suave y cálida como la última lágrima de quien se ha cansado de llorar.  Era la herida producida por su cobarde amor., por su desamor, sus vanas declaraciones de amor. El amor no se declara, se prueba. Las otras declaraciones son palabras de humo.

No podía olvidar aquella mirada de Jesús, maniatado, olvidándose de sí, pero volviéndose hacia él. No eran unos ojos acerados que le recriminaran y echaran en cara su vanas protestas de fidelidad hasta la muerte. Si hubiera sido, lo hubiera aceptado virilmente; estaba en su pleno derecho: lo merecía.

Pero no; lo que desasosegaba sin descanso fue la mirada de ternura con que lo envolvía, el temblor cálido de esperanza con que lo acogida. Era lo que más le dolía: él, tan viril, tan viejo lobo de mar, encontrarse ahora gimiendo inconsolable como un adolescente no correspondido en su amor primero.

Eran palabras entrecortadas, apenas musitadas...

“Duéleme tu amor...y mi desamor”

Sin embargo no se desesperó  como Judas. Una voz cerraba el paso a su desesperación y encendía en la lobreguez de su noche negra una estrella de esperanza.

“ No recuerdes lo de antaño” , recordaba lejanamente lo que tantas veces había oído a Isaías en la Sinagoga de Cafarnaum:

“ No recuerdes lo de antaño, no pienses en lo antiguo. Mira que realizo algo nuevo. Ya está brotando ¿ no lo notas?”

“ La gracia está en el fondo de la pena, y la salud naciendo de la herida”

Ahora, sin saber Pedro cómo, sus lágrimas eran mansas. Se habían serenado sus sentimientos, como se remansa en un recodo del río el agua despeñada. Ya no le acongojaba la angustia, sólo experimentaba una inmensa tristeza por si mismo, una enorme pobreza.

En otras circunstancias, de haber caído herido con la espada en la mano, luchando como un bravo,  podía haber pensado que sus lágrimas eran de rabia, de orgullo, heroicas.

Ni siquiera sintió la tentación de un arrepentimiento espectacular: comenzar a caminar como un loco dando voces por las calles vacías a esas horas de la noche en Jerusalén, gritando que había mentido, que él era el discípulo de Jesús, que deseaba morir a su lado. Ahora estaba paralizado, llorando como un niño avergonzado.

Para los hombres a quienes nos da vergüenza llorar, no lo olvidéis:

“Una vida en que no cae una lágrima, es como uno de esos desiertos en que no cae una gota de agua: sólo engendra serpientes” (Castelar)

El lenguaje noble de los ojos son las lágrimas.

Siempre es el niño que llevamos dentro el que, tengamos diez o cincuenta años, el que llora como sólo un niño chico sabe llorar.

¡Lágrimas de S Pedro.¡ Gracias por enseñarnos que hay algo que limpia el corazón: el llanto purificador,: las lagrimas derramas por el amor herido, que no perdido.  ¡El drama del desamor¡. 

En la calle comenzaba a alborear. Alguien le susurraba a Pedro en su interior que aún, todavía  tenía que comenzar a ser discípulo de Jesús.

Pero al mismo tiempo tuvo la absoluta certeza de que un día le amaría de veras, hasta dar su vida por El, Jesús, el hombre más viril, más sabio y más bueno que ha existido jamás,  porque una noche triste le enseñó que:

¡ LO QUE SALVA ES LA MIRADA ¡  

 

                                                         PRECES  

 

ES VERDAD, SEÑOR: QUIEN NO COMPRENDE UNA MIRADA, TAMPOCO SERÁ CAPAZ DE ENTENDER UNA LARGA EXPLICACIÓN.

QUIEN NO ENTIENDE TU MIRADA, TAMPOCO ENTIENDE TU PALABRA.

PARA QUE LO ENTENDAMOS, TE ROGAMOS, OYENOS.

 

        ¡QUÉ AFÁN SE HA DESPERTADO EN EL HOMBRE DE HOY POR APRENDER LENGUAS, LENGUAS, LENGUAS¡

QUÉ PENA, SEÑOR; Y LUEGO NO SABEMOS ENTENDER EL LENGUAJE RIQUÍSIMO DE LOS OJOS.

PARA QUE LO ENTENDAMOS, TE LO PEDIMOS, SEÑOR.

 

        ¡LAGRIMAS DE S. PEDRO, CUÁNTO ME ENSEÑÁIS¡

SI JUDAS HUBIERA VUELTO A JESÚS, LLORANDO SU TRAICIÓN, TAMBIÉN A ÉL LE HUBIERA PERDONADO EL MAESTRO.

“UN CORAZÓN CONTRITO Y HUMILLADO, TÚ NO LO DESPRECIAS”

EN NUESTRAS CAÍDAS, RECUÉRDANOSLO JESÚS.

PARA QUE NOS LO RECUERES, TE LO PÈDIMOS, SEÑOR.

 

          AUN DESPUÉS DE NUESTRAS CONFESIONES, EL CORAZÓN SE NOS QUEDA  DOLORIDO Y TRISTE.

NADIE NOS HA ENSEÑADO LAS PALABRAS DE ISAÍAS:

“OLVIDAD EL PASADO. ALGO NUEVO ESTA BROTANDO ¿ NO LO NOTÁIS?”

PARA QUE ESCUCHEMOS PALABRAS TAN ALENTADORAS, TE LO PEDIMOS SEÑOR.

 

                                                        DÍA 3º                           

                                                   

                                             TU ERES ACEPTADO  

 

No, nosotros los hombres de hoy no entendemos la riqueza atávica que oculta  el alcance de la palabra entrañable de “pastor” .

Para unos la imagen del pastor, su perro fiel y su rebaño, vista fugazmente desde un coche o tras las ventanillas confortables del tren en marcha veloz,  es una postal romántica. ¡Qué belleza de pastor y rebaño pastando en el ribazo del paisaje, dorados por el sol amarillo de la tarde otoñal, que muere entre espasmos de nostalgia y melancolía.¡

Para otros la palabra rebaño ha adquirido un sentido despectivo y “borreguil”. Al hombre moderno no le gusta ser oveja, privada de libertad, sometida al arbitrio o al capricho del pastor..

Resumiendo: el oficio de pastor está devaluado en nuestra sociedad. “Para pastor valen los que no valen para otra cosa”.

Sin embargo, antropológicamente hablando, ser pastor no es una profesión baladí, ni tiene nada de idílico. Exige un cúmulo de cualidades señeras: responsabilidad del rebaño,  valentía para enfrentarse a las fieras salvajes y a los ladrones; aguante ante el calor agotador del verano o los fríos entumecedores del invierno; inteligencia para saber dónde están los buenos pastos y las fuentes fecundas que no se secan; salud robusta y probada, espíritu de sacrificio, amor a las ovejas y ternura con los corderillos recién nacidos, disponibilidad continua: en suma, amor servicial.

El pastoreo no era para las culturas orientales una profesión despreciable, ni despreciada. Los antiguos Reyes de los Sumerios, los Acadios o los Egipcios, gustaban de presentarse como Reyes pastores que guiaban a su pueblo.

Hammurapi, el rey de Babilonia se llamaba a si mismo “ el pastor, el predilecto del Dios Marduk, el pastor cuyo bastón es justo, el que conduce a las gentes hacia los lugares seguros, el que ha cuidado de los  pastos y de las fuentes de las ciudades de Lagachs y Girsu”.

El A. T. adoptó también, dentro de su economía agraria-pastoril, la riqueza de esta imaginería pastoril. Los Reyes de Israel son presentados como “pastores” de su pueblo, llamados a guiarle a los pastos de la vida (Jer 3, 15; 23, 2;Ez 34, 2-16: Is 40, 11; Zac 10, 3).

A Jesús le agradaba presentarse también como el “Buen Pastor, el Pastor Pello” por antonomasia. Por eso, al morir no pensó en dejar al frente de los suyos a un “jefe”, un “lider, un “director” , un “monarca”, sino un pastor como él lo había sido.

Pues bien, en esta hora solemne en que va a entregar el relevo de su cayado, examina a Pedro de amor. No de cualidades humanas como si fuera un lider. La Iglesia necesita mucho más que líderes y Jefes. Es la grey del Señor, y en ella no debe haber méritos ni escalafones, ni buena imagen de “marketing”, ni poder, ni zancadillas, ni celotipias o recomendaciones al modo de la sociedad civil. El amor y la unidad que brota del amor han de prevalecer sobre cualquier otro interés o segunda intención

Comienza el examen de Pedro

“ Después de comer, Jesús preguntó a Pedro:

Simón, hijo de Juan ¿me amas más que estos?

Pedro le contestó:

-  Sí, Señor, tú sabes que te amo” (Jn 21, 15)

A la pregunta de Jesús, Pedro responde afirmativamente, pero no se atreve a decir “más que estos”- La experiencia negativa de la noche amarga de la Pasión le ha hecho más cauto y humilde. .Por eso evita toda comparación con los demás discípulos como lo había hecho en la Noche santa de la Cena.

Jesús le responde:

“Apacienta mis corderos

Los corderos son siempre los más sencillos y desprotegidos del rebaño. Implícitamente el Maestro le está indicando:

“Aprende a ponerte a nivel de los más alejados, de los más débiles y necesitados. Acoge a los pecadores como un pastor acoge a los corderos más  retraídos y desprotegidos.”

“ Jesús volvió a preguntarle: “ Simón, hijo de Juan me amas?: Pedro respondió:  “ Sí, Señor, tú sabes que te amo”. Jesús le dijo: “Cuida de mis ovejas”

Lo curioso del caso es que la primera y segunda vez, Jesús había preguntado a Pedro si le amaba, con sentido de amor-donación. Y Pedro le responde con otro verbo: le dice “Te quiero”, con sentido de amistad.

Hacía tiempo que el rudo patrón del mar de Galilea buscaba la ocasión propicia para demostrar a Jesús que sí, que le amaba de verdad.

El corazón que ama vive en una continua declaración de amor. El amor es como el sol, esencialmente repetitivo: siempre saliendo por el Oriente y  ocultándose por el Occidente.  Es como la fuente,  que siempre está manando.. Y sin embargo repitiendo la misma cadencia con el mismo labio no cansa al corazón amado, sólo atosiga al corazón desamorado. Preguntadle a una madre si le molesta que su niño chico le diga una y mil veces “mamá, te quiero”.El amor auténtico, el que si se cae al suelo  suena a oro de ley, es un poco como la “zarza incombustible”,que vive  ardiendo sin consumirse.

“ Por tercera vez insistió Jesús: “ Simón, hijo de Juan ¿me amas?” Pedro se entristeció porque Jesús le había preguntado por tercera vez si le amaba y le respondió: “ Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo”. Entonces le dijo Jesús:”Apacienta mis ovejas”  (Jn 21, 16-17)

Desde la noche negra de la Pasión Pedro llevaba oculta en el alma una herida que ninguna medicina o consuelo humano había sido capaz de cicatrizarla. Y ahora, cuando por tercera vez le pregunta Jesús si le ama, se volvió a abrir. Era la vieja herida del “desamor” Se sintió mordido y remordido interiormente, hasta el punto de querer gritar la verdad de su pasado a pulmón pleno, pero respondió con humildad:

Señor, tú sabes que no te amo bastante. Me sigue doliendo el alma por no haber estado aquella noche a la altura de tu amor, cuando tú más necesitabas de arrimo y  apoyo. Me lo dijiste con aquella mirada pedigüeña de ternura. Cada amanecer, a la misma hora, me despierto sobresaltado por el canto de un gallo que sólo existe en mi recuerdo y lloro por no haber sabido lo que es el amor, hasta que te vi colgado de la Cruz, enseñándome qué es el amor. Entonces aprendí que amor se escribe ni con palabras bellas, ni con lágrimas:  con sangre, como lo escribiste tú”

El listón de amor por el que le preguntaba ahora el Resucitado lo hallaba ahora más alto que su cacareada generosidad, que no era tanto como él creía

Pero ahora la herida manaba más abundante. Estaba sobrecogido viendo en el cuerpo del Crucificado-Resucitado, sus llagas frescas y abiertas... Entonces se dio cuenta de que Jesús estaba increíblemente más herido de amor, de lo que él mismo estaba herido de desamor.

No sabía qué responder al Señor para probarle, sin que resonara a fanfarronada del pasado, la sinceridad de su confesión de amor. Y se refugió en la omnisciencia de Jesús, respondiendo con toda la vehemencia de su corazón, increíblemente humilde y arrodillado.

Señor, tú lo sabes todo, sabes que te amo

Si amar es mirar la vida a través de tu Persona, te amo.

El amor y la vida son urgencias inaplazables. Lo que está sintiendo ahora Pedro es algo muy conversivo. De un amor que es un sentimiento de fuerza; “daré mi vida por ti”, está pasando a un amor que es una herida:” muéveme el verte tan herido. Muéveme tu Amor..y mi desamor”

A su manera, los ciclones también hacen avanzar.

El Resucitado no está probando por tres veces la fidelidad de Pedro como contrapunto a sus tres negaciones la noche negra. Sería humillarlo, y el amor no es una fuerza que abate: es una presencia desarmante  porque está desarmado.

Quiere que alguien le visibilice ante la Comunidad de creyentes, presentes y futuros: pero ese alguien no puede ser uno cualquiera, sino alguien que haya atravesado la hoguera de un amor purificado. Lo ha conseguido: este alguien es Pedro.

Es la lección luminosa de este relato evangélico, modelo para tantos que traicionan al amor y están  oscilando en el filo del abismo de la desesperación, como Judas, o de la gracia, como Pedro

Oír como Pedro el susurro de una voz que le sostenía en vilo:

Tú eres aceptado. Tú eres aceptado por alguien que es más grande que tú...Acepta simplemente el hecho de que eres aceptado. Cuando esto nos ocurre, experimentamos lo que es la gracia. Después de semejante experiencia, tal vez no seamos mejores que antes, ni creamos más que antes. Pero todo ha quedado transformado. En ese momento la gracia triunfa sobre el pecado y la reconciliación supera el abismo de la alienación” (Tillich)

¡Tú eres aceptado¡

Es desde esta experiencia de aceptación, desde la que podemos afirmar, desde la hondura y la verdad de nuestro ser:

Señor, tú lo sabes todo. Tú sabes que te amo

El que se siente inmerso en la presencia consoladora del Señor Resucitado, es capaz de oír el rumor de una vida nueva . La vida siempre empieza y se abre a nuestros pies como caminos sin estrenar que invitan a avanzar.

Tras una noche tumultuosa de traiciones, negaciones,  huidas y fracasos de Viernes Santo, amanece siempre la aurora nueva, el reflejo de la presencia cálida del Resucitado.

Es de lo que fue capaz Pedro: de asumir la turbiedad de su corazón y sentir que era aceptado por alguien que era mayor que él mismo y su traición.

La vida empieza siempre.  

 

 

 

 

 

 

 

 

 

                                                  PRECES

 

 

 

 

 

SI NOS PREGUNTARA EL RESUCITADO A CADA UNO DE NOSOTROS, “ ¿ME AMAS?”  ¿QUÉ LE DIRÍAMOS?”

PARA QUE NUESTRA RESPUESTA SEA SÍ, ROGUEMOS AL SEÑOR.

 

 

 

 

Y SI INSISTIERA, PERO “¿ MÁS QUE ESTOS’”

PARA QUE NUESTRA RESPUESTA FUERA UN RECONOCER QUE NO TANTO COMO DEBIÉRAMOS, PERO SÍ TANTO COMO DESEAMOS, ROGUEMOS AL SEÑOR

 

 

 

 

PIDAMOS AL SEÑOR QUE NOS HAGA COMPRENDER QUE LA MEDIDA DE NUESTRA CAÍDA ESTÁ DANDO LA MEDIDA DE LA ALTURA A LA QUE EL NOS LLAMA,

ROGUEMOS AL SEÑOR.

 

 

 

 

PIDAMOS ESTA TARDE AL SEÑOR, EL MILAGRO DE ABRIR NUESTROS OJOS LLOROSOS POR NUESTROS DESAMOR,  Y ENCONTRARNOS TAN CERCA CON LAS LLAGAS DEL CRUCIFICADO-RESUCITADO, TATUADAS EN SUS MANOS PÁLIDAS,  SEÑALES DE SU AMOR VICTORIOSO QUE NOS DESAFÍAN A LA SUPERACIÓN DE UNA VIDA NUEVA EN PRUEBAS CONCRETAS  Y  REALES DE AMOR,

ROGUEMOS AL SEÑOR.  

 

 

                             FESTIVIDAD DE S. PEDRO Y S. PABLO  

El relato de la confesión de fe de  S. Pedro, señala un punto culminante en el evangelio de S. Mateo La cuestión fundamental gira en torno a la identidad de Jesús.  Este es el gran interrogante de los siglos: “¿Quién es Jesús?”

El Ministerio de Jesús tuvo un comienzo fulgurante: Masas alucinadas del pueblo, lo abandonaban todo y le seguían entusiasmados. De sus labios brotaba un modo de enseñar nuevo, y de sus manos una riada de prodigios, signos y milagros, extremos estos que la gente resumía diciendo “Todo lo hace bien: hace hablar a los mudos, caminar a los paralíticos, ver a los ciegos y resucita a los muertos”

Pero después de este triunfo arrollador inicial, tuvo que arrostrar el fracaso aparente de su misión

Y fue entonces cuando se dirigió a sus discípulos con una serie de interrogantes sobre su propia identidad, que se resumen en dos:

“¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?

¿ Y vosotros, quien decís que soy yo?”

Las dos preguntas tienen una doble finalidad. Reafirmar a Jesús en su misión y confirmar a los discípulos en su seguimiento.

La respuesta a la doble pregunta de Jesús  hace que aparezca con claridad la diferencia entre la opinión de la gente y la de sus discípulos.

Pedro, en nombre de sus compañeros se adelanta y confiesa sin dudarlo:

“ Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”

O sea : “Tú eres Cristo, el esperado de Israel, el consagrado por el Señor”.

No basta con afirmar que Jesús es el Mesías esperado por Israel, porque entonces reduciríamos la confesión de Pedro a un título socio-político-religioso. Pedro confesaría, lo mismo que sus coetáneos: a Jesús como el Hijo de David que iba a venir, debelaría a los odiados romanos e instauraría un nuevo Reino, el de Israel..

Hay que añadir que es el Hijo de Dios, que es confesar la fe de la Iglesia.

A esta confesión de Pedro, Jesús responde con una palabra de  felicitación y un encargo muy especial para la Iglesia.

Jesús declara dichoso a Pedro, no por sus méritos, sino porque el Padre le ha revelado el Misterio de Jesús como el Mesías y el Hijo de Dios.

Y le confía la misión de ser la roca sobre la que se apoyará la Iglesia.

Para ello le cambia de nombre, Simón en Cefas=Roca, y simbólicamente le entrega  las llaves. Entregar las llaves significa nombrarle Mayordomo supremo y supervisor de su Iglesia, con autoridad para interpretar la Ley según la Palabra de Jesús y adaptarla a nuevas necesidades y situaciones.

Ciertamente que fue rotunda la respuesta de Pedro entonces, pero la Palabra ha sido proclamada, aquí y ahora, en Estepa, en la Fiesta de S. Pedro, para que reviva en nosotros. una respuesta personal y comunitaria,

Comenzaré diciendo que este relato que acabamos de proclamar, tiene que ser leído en perspectiva de Resurrección. Miles de judíos se habían convertido al cristianismo;  y  judeo cristianos ya, se habían lanzado a la evangelización de los paganos, llevando en sus labios un único mensaje. “Jesús es el Ungido de Dios, el Mesías esperado, el Hijo de Dios”

Pero ¿qué significaban estas palabras hoy?

El mundo de hoy está harto de hermosas palabras que no conducen a nada.

Entremos en el meollo de la cuestión. Jesús, parece como distraído cuando le hablan de lo que dice la gente: por eso preguntó incisivo. “Y VOSOTROS ¿QUIÉN DECIS QUE SOY YO?”

Interrogante que podemos traducir. “¿Quién es Jesús?¿Qué significa Jesús para el hombre de hoy? ¿Qué significa Jesús en mi vida? ¿Qué relación viva tengo yo con él?”

¡JESUS VIVE¡

“ No temas; Yo soy el primero y el último. YO SOY EL QUE VIVE. Estuve muerto, pero ahora vivo para siempre” (Ap 1, 17-18)

Los cristianos no lo hemos podido disecar con nuestra mediocridad de siglos. Jesús no se deja etiquetar, ni reducir a unos ritos, unas fórmulas, unas costumbres

“¿QUIÉN DECIS QUE SOY YO?

Jesús siempre desconcierta a quien se le acerca con sincero corazón. Sus respuestas siempre intranquilizan, turban, desasosiegan. Nos acecha donde menos esperamos. Abre nuevas brechas en nuestra vida, rompe nuestros esquemas y nos empuja a una vida nueva.

Cuanto más se le conoce, más se tiene  la certeza de lo poco que sabe de él , de que se está siempre en la orilla de un continente que hemos comenzado a descubrir.

Seguir a Jesús es avanzar, avanzar siempre, no plantar la tienda de beduino en el desierto, caminar porque Jesús es el MISTERIO que inquieta.

Lo peligroso de Jesús son sus interrogantes. “¿Quién soy Yo para ti, qué relación concreta tienes en la vida conmigo?”

Y son preguntas peligrosas porque desenmascaran nuestros egoísmos. Su pasión por la verdad, sacude todas nuestras seguridades, privilegios y comodidades. Su perdón y ternura, dejan al descubierto nuestra mezquindad. Su libertad rasga nuestras esclavitudes y servidumbres.

La misma pregunta que hizo a Pedro vuelve insistente. ¿ QUIÉN DECÍS QUE SOY YO?

Como si dijera: “ No me importa lo que dicen los libros, ni lo que habéis aprendido en el lejano catecismo. No me importa el Credo que vais a recitar, ni las opiniones de los Teólogos, ni de los Concilios..Me importa vuestra opinión, la que brota de vuestra experiencia y de vuestro corazón y os compromete.

Volvamos al evangelio. Los cuatro Evangelios, pero sobre todo Juan, más que entregarnos un recuerdo frío e intelectual de su Maestro, comunica lo que él y su comunidad vivían. No es un centón de textos fríos, sino que sus escritos son textos con alma, porque son testimonios quemantes de un testigo de excepción. Se le siente vivir en el Evangelio con toda la gracia y frescura del nacedero, algo así como el fluir de la vida misma. EL conocimiento vivenciado de los temas anteriores, nos aproximen a aquella bellísima confesión de Job: “ Hasta ahora hablaba de Dios de  oídas; ahora te han visto mis ojos,

Queridos Hermanos, Se puede tocar en un piano las notas de una Sinfonía con una técnica perfecta, pero si le falta la vibración, el sentimiento, estaremos escuchando gramática, no la poesía contagiosa del alma del genio.

Nosotros acabamos el recreo espiritual de estos días con la misma confesión de Pedro. “Y VOSOTROS, QUIEN DECIS QUE SOY YO?

-  ¡TU ERES EL HIJO DE DIOS VIVO¡

                               PRECES

 

TU QUE LLAMASTE A SIMON, QUE ERA PESCADOR, PARA HACERLO PESCADOR DE HOMBRES, CONTINÚA ELIGIENDO OBREROS QUE TRABAJEN EN LA SALVACIÓN DEL MUNDO

TE ROGAMOS, OYENOS.

 

 

TÚ QUE INCREPASTE A LA TEMPESTAD MARÍTIMA PARA QUE NO SE HUNDIERA LA BARCA DE LOS DISCÍPULOS, PROTEGE DE TODA PERTURBACIÓN A TU IGLESIA Y FORTALECE AL SUCESOR DE PEDRO,

TE ROGAMOS OYENOS.

 

 

 

TU QUE PERDONASTE MISERICORDIOSAMENTE LAS NEGACIONES DE LA DEBILIDAD DE PEDRO, PERDÓNANOS TAMBIÉN A NOSOTROS NUESTRO DESAMOR

TE ROGAMOS OYENOS

 

 

TU QUE CONFIASTE A PEDRO, A LA IGLESIA LAS LLAVES DEL REINO DE LOS CIELOS, ABRE LAS PUERTAS DE LA CASA GRANDE DEL PADRE A TODOS LOS HERMANOS DE ESTA NUESTRA QUERIDA HERMANDAD QUE CELEBRARON OTROS AÑOS ESTA FIESTA CON NOSOTROS Y CONFIARON EN TU MISERICORDIA.

TE ROGAMOS, OYENOS.