Jesús, Hijo de Dios y Salvador

Autor: Thalia Ehrlich Garduño

 

 

(Catequesis del Papa Juan Pablo II, 14 de enero, 1987)

El Símbolo Apostólico nos revela: “Creo…en Jesucristo su único Hijo (de Dios).” Y el Símbolo Niceno- constantinopolitano, después de que se definió con precisión aún mayor el origen Divino de Jesús como Hijo de Dios, que este Hijo de Dios “por nosotros los hombres y nuestra Salvación bajó del Cielo y… se encarnó.” 

El centro de la Fe cristiana está formado por la doble verdad de que Cristo es Hijo de Dios e Hijo del hombre (la verdad cristológica) y es la Salvación de cada persona humana, que el Padre ha cumplido en Él, Hijo suyo y Salvador del mundo (la verdad soteriológica).

El significado de Salvación es: liberación del mal, y en especial del pecado. La Revelación que se encuentra en la Sagrada Escritura, empezando por el Proto-Evangelio (Gn. 3,15), nos muestra la verdad de que sólo Dios puede liberar a cada persona del pecado y de todo mal que se encuentra en la existencia humana.

Dios, se revela a Sí mismo como Creador del mundo y su providente Ordenador, y entonces se revela como Salvador, quien libera del mal, especialmente del pecado cometido por los humanos. Este es el culmen del proyecto creador están íntimamente unidos mundo (cosmología), hombre (antropología) y Dios Salvador (soteriología: ciencia que estudia al Salvador, Cristo).

El Vaticano II recuerda que los cristianos creen que el mundo está “creado y conservado por el Amor del Creador, esclavizado bajo la servidumbre del pecado, pero liberado por Cristo crucificado y resucitado…” (Gaudium et spes, 2).

El nombre de “Jesús” (Iesous, derivado del hebreo Jehoshua, y arameo yeshu) tomando en cuenta su significado etimológico, quiere decir: “Yahvéh libera, salva, ayuda). Antes de Babilonia se expresaba de este modo: “Jehosua”, nombre que tiene la raíz del Santo nombre de Yahvéh. 
Al regreso de Babilonia se abrevió a “Jeshua” y en la traducción de los Setenta se transcribió “Jesoús”, y de aquí a “Jesús.”

El nombre estaba muy difundido en la Antigua Alianza, ejemplo: Josué quien fue el que después de la muerte de Moisés introdujo a los israelitas en la tierra prometida: “Él fue, según su nombre grande en la salud de los elegidos del Señor…para poner a Israel en posesión de su heredad” (Si. 46, 1-2).

El nombre de Jesús, sin embargo, tuvo su significado pleno que habría tomado en el caso de Jesús de Nazaret y que fue revelado a la Bella María (Lc. 1,31ss) y a José (Mt. 1,21). Cuando Jesús comienza su Misión la gente entendía su nombre en el sentido común de esa época.


Jesús fue llamado “Nazareno” (Mt. 2,23), o también “Jesús de Nazaret de Galilea” (Mt, 21, 11), el mismo Pilato usó esa expresión que mandó colocar en la cruz: “Jesús Nazareno, Rey de los judíos” (Jn. 19,19).

La gente llamó a Jesús “el Nazareno” por el nombre del lugar en que vivió con la Bella María y José en su vida oculta. Pero el lugar de nacimiento de Jesús no fue Nazaret, sino Belén, lugar de Judea, al sur de Jerusalén.

Así lo narran Lucas y Mateo. Lucas, en el episodio del censo narra que “José subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea a la ciudad de David, que se llama Belén, por ser él de la casa y de la familia de David, para empadronarse con María, su esposa, que estaba en cinta. Estando allí se cumplieron los días de su parto”
(Lc. 2,4-6). 

De la misma manera que sucede con otros lugares bíblicos, también Belén asume un valor profético. Mateo hace referencia al profeta Miqueas (5, 1-3) y recuerda que esta pequeña ciudad fue elegida como lugar para que naciera el Mesías: “Y tú, Belén, tierra de Judá, de ninguna manera eres la menor entre los clanes de Judá, pues de ti saldrá un caudillo, que apacentará a mi pueblo Israel” (Mt. 2,6). 

De esta información se puede deducir que Jesús es una Persona histórica que vivió en Palestina. Si se da credibilidad histórica a personajes como Moisés y Josué, con mucha más razón hay que acoger la existencia histórica de Jesús.
El Evangelio no narra detalladamente su vida, porque no es una biografía, no tiene finalidad primariamente historiográfica. Sin embargo precisamente el Evangelio leído con honestidad de crítica, nos lleva a la conclusión que Jesús de Nazaret es una persona histórica y geográficamente comprobable.

Respecto a la fecha de nacimiento de Jesús, hay un error de cálculo del inicio de la Era Cristiana. En el siglo VI el error lo tuvo el monje Dionisio el Exiguo, quien tuvo la idea de contar los años desde el nacimiento de Jesús y no desde la fundación de Roma. Hace un tiempo se consideraba que había una equivocación de cuatro años, pero los expertos no se ponen de acuerdo.

La razón de la exaltación de Jesús la encontramos en el testimonio que dieron de Él sus Apóstoles: “en ningún otro hay Salvación, pues ningún otro nombre nos ha sido dado bajo el cielo, entre los hombres, por el cual podamos ser salvos” (Hch. 4,12).