Tres diamantes del anillo

Autor:  Carlos Padilla

 

 

Mis Padres hoy cumplen 30 años de casados. No es una noticia de ocho columnas, ni un evento de televisión. Pero tiene el sabor de lo espectacular. Lo encontrarán en las páginas interiores del diario de la vida, en la sección: “Heroísmos sigilosos”. 

Quizás ya nos hemos acostumbrado a escuchar que los matrimonios lamentablemente se desintegran o se truncan en la vida por dificultades. Indudablemente que para ser fieles en el matrimonio se requiere la responsabilidad de los cónyuges y el auxilio de Dios y el testimonio de los católicos.

Fidelidad matrimonial: heroica, espectacular, sacrificada, voluntariosa... Estos adjetivos le quedan cortos, sin uno que es el fundamental. Fidelidad matrimonial amorosa.

Vicente Gar-Mar, quien hoy brindará tres frases como diamantes, lo decía así de bien: “La palabra amor hace pensar en dos que no quieren ser dos”. En el matrimonio el corazón se reduce a uno. Ojo, no el de uno sino en uno. Se trata de una fusión de almas, de quereres, de voluntades. No es cuestión de anularse uno al otro, sino de compenetrarse. Esto se logra en gerundio: cediendo, dialogando y perdonando. Un ejercicio de amor constante propio de las almas anchas como mares.

Y el ejercicio dura 30 años, 40, 50 y hasta 60... Pero, se comienza cada día, todos los días. Renovándose, alentándose, ¡amando! Así lo proclama Gar- Mar: “Prometerse fidelidad hasta la muerte es prometerse fidelidad hasta mañana”; 

El que logra esta fidelidad conyugal tan pura y fresca es porque se preocupo por la fidelidad de hoy y la de mañana, y así pasado mañana, y así durante 30 años. El éxito en el matrimonio pertenece a los que no dejan envejecer su amor, es cierto. Pero también en los realistas y objetivos, no en los puramente soñadores y románticos. El amor hay que trabajarlo, hay que rociarlo unas veces con sufrimiento, otras con la brisa del sacrificio y las gotas de la lucha.

A menudo pensamos que es cuestión de mantener “el sentimiento” o el que “ella (o él) me siga gustando”. ¡Bah! Que diferente es el amor. Una calle desierta, un abuelo encorvado, unas flores en sus manos, un 14 de febrero. Ese día comprendí un montón de cosas, mientras aquel viejo desconocido llevaba a su esposa nuevas notas de amor yo pensaba: ¿Cuántos vuelcos no habrán dado los sentimientos en todos esos años? Sinceramente, ¿seguirá tan guapa su esposa para que “le siga gustando” como cuando tenía 21 años? 

El amor es ciego pero no tonto. El amor es fuerte, es veraz. De ahí la frase del autor: “no hay amor donde no hay verdad”. Se necesita poner la cabeza encima del corazón sin dejarlo de lado, así, como está en el cuerpo. Y pensar, reflexionar, hondar mucho en una sola palabra: compromiso.

No puedo ocultar que mis padres, como millones de matrimonios, compartieron nupcias con otro persona. Dios estuvo en la boda, en la luna de miel, en la crisis económica, en la bonanza, en el bautismo, en las dificultades, en las alegrías, los lunes, los martes, los miércoles y sobre todo los domingos. 

Aquí el tercer diamante de Vicente: “El verdadero Amor promete fidelidad sobre la muerte”. Dios que es amor sabe dar las mejores lecciones de fidelidad y su apoyo no va “hasta la muerte” sino sobre la muerte, hasta la eternidad. ¡Cómo no confiar en alguien así! 

En hora buena a mis padres por sus 30 años. ¡Felicidades a los que llevan 50 y a los que se casaron ayer! Deseo que en su anillo luzcan estos tres diamantes: el del renovar el amor cada día, el del compromiso y el que sostiene a los dos: el Divino. 

¡Vence el mal con el bien!