La caridad del Padre Hurtado

Autor: Guillermo Arratia, L.C

 

 

Hospitales, misiones, colegios, ayudas sociales y económicas, pero sobre todo, encontramos en la Iglesia católica una gran asistencia espiritual. Esto se conoce o se sabe poco. En la radio, la televisión y el internet casi no se informa de estas cosas buenas. El escaso cocimiento que tenemos de la caridad y generosidad en la Iglesia católica es porque nos cegamos o sobrecargamos de la prensa populista o sensacionalista.

En este año del sacerdocio un vivo ejemplo de santidad, de ayuda social y espiritual al prójimo es la vida de san Alberto Hurtado Cruchaga, conocido popularmente como el Padre Hurtado. El Papa Benedicto XVI resumía su breve, pero intensa vida, en esta expresión: “fue un verdadero contemplativo en la acción”.

El P. Hurtado nació en Viña del Mar, Chile, el 22 de enero de 1901. Durante su período de formación sacerdotal su virtud más destacada fue la caridad, acompañada siempre de la servicialidad. Se entregó de lleno a sus estudios, sus calificaciones siempre fueron sobresalientes. Una vez ordenado sacerdote se dedicó al apostolado juvenil. Era imparable: viajes, retiros, conferencias, peregrinaciones y mucha, pero mucha oración. Antes de dar un consejo o un parecer, se sumergía en diálogo con Cristo. San Alberto Hurtado era un verdadero hombre de oración, un contemplativo y conquistador, nunca se fue a la cama sin antes haber rezado su rosario. Era la oración la fuente de donde brotaban sus consejos y sus energías. Era el contacto con el Maestro aquello que lo engrandecía.

Por ello, el rasgo más característico de san Alberto Hurtado fue su amor a Cristo que se reflejaba en el amor al prójimo. Tuvo un amor especial por los desvalidos, ignorados y olvidados. En todos ellos el Padre Hurtado veía el rostro de Cristo. Fue la caridad al contemplar a un pobre hombre en mangas de camisa en pleno invierno lo que le impulsó a llevar a cabo su obra más conocida: “El hogar de Cristo”, que actualmente ayuda a más de 20.000 personas diariamente. El amor a Cristo y su labor apostólica eran un fuego que encendía a otros para que ardiera en el mundo la caridad de Cristo.

La figura sacerdotal del Padre Hurtado nos enriquece, nos alienta y nos invita a formar parte de quienes, con santidad y entrega, desequilibran la báscula del mundo a favor del bien. Este es el elemento esencial del catolicismo, el amor. El Padre Hurtado murió en Santiago de Chile el 18 de agosto de 1952. El 23 de octubre de 2005 el Papa Benedicto XVI elevaba a los altares a este gran sacerdote que quiso imitar a Jesús en las cosas sencillas. Imitemos a estos grandes sacerdotes fieles a Cristo que vivieron con tanto celo e, incluso, con un silencioso heroísmo.

¡Vence el mal con el bien!