El cinismo

Autor: Padre Miguel Ángel Llamas, LC

 

 

Si revisamos la palabra cinismo en el diccionario de la Real Academia Española nos encontramos con dos significados principales:

1. Desvergüenza en el mentir o en la defensa y práctica de acciones vituperables.

2. Impudencia, obscenidad descarada.

Hay todavía una tercera acepción que indica su significado etimológico: “doctrina de los cínicos”, procedente de cierta escuela que nació entre los discípulos de Sócrates.

La escuela cínica se considera fundada por el sabio Antístenes, discípulo primero de Gorgias y más tarde del mismo Sócrates. Al morir su maestro funda su propia escuela en un gimnasio llamado “cinosarges” (sepulcro del perro) de donde parece provenir el nombre de la escuela cínica. Antístenes vivía según su propia ley y rechazaba las leyes establecidas, las convenciones sociales, las normas y las instituciones. Predicaba una vuelta a la naturaleza y su objetivo era alcanzar la felicidad que sólo la lograría dependiendo de sí mismo. Lo fundamental es, pues, la autarquía o autosuficiencia del individuo.

Diógenes de Sinope fue la imagen del verdadero cínico: un sabio descuidado, burlón y sarcástico. Su forma de vida era agresiva, contraria a todo comportamiento social. Vivía en un tonel y buscaba a plena luz del día con un candil, nada menos que al “hombre”, demostrando de esta forma el desprecio por sus conciudadanos. El prototipo del transgresor, pues característico de los cínicos era no someterse a ningún valor tradicional ni norma social.

El cinismo propone una libertad radical de pensar, de acción y de palabra. Adopta modos de vida que escandalizan a la sociedad. Se proclama cosmopolita y liberado de cualquier obediencia a las instituciones, convenciones o leyes.

El adjetivo cínico se utiliza para señalar a una persona que muestra alguna forma de indiferencia por el esquema de valores aceptados socialmente. Se define como desvergüenza en practicar o defender acciones censurables que se identifican con cierto rasgo de impudicia. El cínico confunde lo verdadero con lo eficaz justificando así su acción. Piensa que el fin justifica los medios.

Actualmente la palabra “cínico” ha sufrido una evolución, de forma que es difícil asociarla a los lineamientos de la antigua escuela griega, aunque lejanamente pueda conservar algunos elementos que la caracterizaron. Hoy se designa como persona cínica a alguien que miente descaradamente, pues sus palabras desdicen claramente de lo que realmente piensa. También se suele asociar con el comportamiento, es decir, alguien que afirma algo que se opone radicalmente a su conducta personal. Pero igualmente se puede decir de alguien que actúa sin ningún decoro, sin importarle lo que piensen los demás, o si con su comportamiento ofende o molesta a otros. El cínico es alguien que ha perdido sensibilidad moral, afectiva y social, de tal forma que orienta su vida de forma pragmática persiguiendo el fin que pretende y pasando por encima de normas, personas y afectos.

¿Cómo superar este odioso vicio? El cinismo es un comportamiento que ofende muchas virtudes: la veracidad, la caridad, la prudencia, la justicia entre otras. Así se convierte en un pecado abominable que repugna a la sociedad y a las personas de bien. Podemos decir que en el fondo el cínico ha deformado la conciencia moral, pues para poder actuar de esta forma se necesita que la voz interior no moleste, habiéndola acallado por medio de la repetición de actos viciosos y el convencimiento de estar haciendo lo correcto.

Se impone un despertar de la conciencia hacia la verdad y el bien. El mejor medio para poder recuperar a esta persona es la oración, la dirección espiritual, el sacramento de la penitencia y un plan exigente de trabajo en alguna de las virtudes anteriormente citadas, especialmente en la caridad. Todo esto debe llevar a la persona a una profunda conversión que le haga cambiar en lo más profundo de su alma hacia el amor verdadero.


¡Vence el mal con el bien!