Me gustaría ser el buey

Autor: Luis Hugo López, L.C.

 

 

Una vez, una maestra le preguntó a un niño de primaria qué personaje quería representar en la obra de teatro navideña del colegio. Y el niño respondió: «maestra, me gustaría ser el buey».

La maestra se llevó las manos a la boca y le dijo que no fuera grosero. Pero el niño le replicó que así se lo había dicho su hermano mayor que está estudiando para ser sacerdote. Y le explicó: “mire, maestra, el Niño Dios es un bebé pequeñito, y está haciendo mucho frío allá afuera. Por eso necesita calor. El oro, el incienso, y la mirra son buenos, pero ahora no los necesita. No los puede tomar con sus manitas. Sólo tiene frío. Y el buey le da calor al estar a su lado. Por eso en navidad me gusta ser el buey”.

Llegó el día de la representación y todo el público se llevó una grata sorpresa cuando vieron que el buey no paró de soplar aire caliente al recién nacido durante toda la obra de teatro.

Este niño realizó bien su papel. Así también se puede entender la misa de Noche Buena: las personas se acercan al Niño Dios, en la misa de Noche Buena, representando a algún personaje del Nacimiento. Es curioso, el niño escogió no el personaje más bello sino un personaje que podía satisfacer una necesidad del Niño Dios.

Cada persona debería preguntarse: ¿qué personaje le gustaría ser cuando esté delante del Niño Dios en la noche de Navidad?

Quizá haya muchas distracciones que impiden hacer esta pequeña reflexión. En estos días se acostumbra comprar muchos regalos para los seres queridos. Y se puede olvidar que hay un Niño a punto de nacer. Jesús, envuelto en pañales y recostado en un pesebre, nunca pedirá demasiado a ninguno. Sólo reclamará un poco de compañía. Una noche, sólo una noche, pide ser acompañado. Pero mucha gente en la misa de Noche Buena lejos de representar al Buey se parece a los posaderos…

El buey es un personaje muy interesante para representarlo en la Misa de Noche Buena. No poseía grandes riquezas para poder obsequiar al Niño Dios como los otros, ni siquiera estaba engalanado. Simplemente era buey. Todo su ser y poseer era él mismo y no tuvo pena de estar presente ante Dios en la noche más especial de los tiempos. A María y José no les importó que el buey estuviera un poco sucio, como lo están todos los bueyes en los establos, porque sabían que el buey le hacía el frío más llevadero a su Hijito.

En esta noche, como en la tarde del Calvario, Cristo nos dice: «tengo sed». Tengo sed de almas que están alejadas de mí y por las cuales he venido. Sólo que ahora no son palabras, son quejiditos de un recién nacido.

Por eso, realmente, no importa lo que uno sea o lo qué haya hecho. Lo que importa es tener esa confianza de ser aceptado por el Niño Dios. No hay que tener miedo. Jesús no miró la suciedad o el aspecto del buey sino su humildad. La humildad es la primera condición para estar cerca de Jesús. Así también Jesús acoge a las almas que, con humildad, conscientes de su pequeñez y de su pecado, se acercan a Él.

Navidad es un buen momento para ver nuestras faltas a la luz del amor de Dios y dejarnos cegar por su misericordia. Haz la prueba y verás qué bueno es el señor. Jesús tiene frío porque hay muchas almas alejadas de Él. Acércate al Niño Dios en esta Navidad.


¡Vence el mal con el bien!