El actual ateísmo, una realidad cotidiana

Autor: Viviana Endelman Zapata

 

 

Negar a Dios y dirigir la atención a un sistema de valores en el cual Él es ignorado se ha vuelto fenómeno corriente. Hoy no es difícil ser ateo. Hay toda una cultura de apoyo, donde el hombre puede circular cómodamente con su ateísmo y donde no es osado –como en otras épocas– querer organizar la humanidad sin Dios.

Es evidente que en este tiempo histórico lo más sencillo, lo más facilitado por el ambiente social, es optar por vivir como si Dios no existiera.

 

Tomamos cuatro expresiones de ateísmo muy extendidas en nuestro tiempo, buscando resumir conceptos, criterios y orientaciones que sean disparadores de un discernimiento más agudo sobre esta realidad de enorme incumbencia para los cristianos.

1-Se puede percibir en nuestro entorno el aspecto del ateísmo contemporáneo que se manifiesta de manera particular en la vida pública: el laicismo, en sus dos formas: laicismo ateo y laicismo como privacidad de lo cristiano que tiende a relegar la religión al ámbito de la existencia individual, excluyendo cualquier influencia de lo religioso en la vida pública, en la legislación, en la enseñanza.

Desde la concepción de que la autonomía humana y la ordenación trascendente son opuestas, se afirma que las pautas cristianas no tendrían derecho a penetrar e influir en la vida pública del hombre; lo cristiano tendría que quedar al margen de toda actividad.

Esta forma de ateísmo opone a la concepción dialéctica de la Iglesia “natural/sobrenatural” una concepción meramente naturalista de la existencia. De ahí que los criterios sociales, públicos, políticos, no tendrían ninguna relación con el orden cristiano de verdad y de moralidad. 

Un hecho evidente de esta forma de ateísmo, aunque difícil de puntualizar por lo generalizado, es la corrupción del ámbito político, sobresaliendo por ejemplo el clientelismo, el acomodo, el pago de sueldos a gente que no trabaja, entre otras características de una acción política que puede asociarse más con la política deshumanizada que pregonaba Maquiavelo que con la defensa del bien común. Lo ético queda subordinado al poder y muchos de los criterios con los que se administra no tienen ninguna relación con lo que significa reconocer a la persona como principio y fin de todo dinamismo y estructura social.

Otro hecho evidente es que prevalece una legislación que, relegando a Dios al ámbito privado, termina interviniendo en contra del hombre, a favor de: la eutanasia; la despenalización del aborto; la ligadura de trompas y vasectomía (y además a simple pedido); una reforma educativa empeñada en dar prioridad al tratamiento de la sexualidad como genitalidad (absorbiéndose desde el Estado tareas que no le corresponden)...entre otras propuestas que van engendrando una confusión entre lo moral y lo legal y también la persuasión errada de que hoy que no existen exigencias objetivas y universales del bien.  

2- También se perciben claramente tendencias de ateísmo científico. La ciencia está favoreciendo y apoyándose en una visión atea del hombre y del mundo, empeñándose en interpretarlos  e intervenir sobre estos sin ninguna referencia a Dios creador ni a lo esencialmente humano. Está identificando verdad científica con interpretación materialista del hombre. 

En estos últimos tiempos, los ateísmos de cuño científico se han percibido con intensidad en el campo de la vida y la salud.  Cuántos avances de la ciencia y la técnica vemos. Y, sin embargo, cuánta manipulación de la vida, cuánta negación y menosprecio del sentido profundo de la existencia, cuánta manipulación del lenguaje, que intenta presentar terribles ofensas a la vida como lícitas intervenciones de pretendidos fines humanísticos.

Deteniéndonos -por ejemplo- en la llamada clonación “terapéutica”, vemos cómo la ciencia médica es despojada de la política del respeto, según la cual todo ser humano ha de ser reconocido y tratado como tal, por su dignidad humana intrínseca, que lo hace intangible, aunque sea diminuto y débil. En cambio, prima una política de poder y utilidad que nos quiere hacer creer que el valor del otro depende del que le conceda un tercero: el médico, el genetista, el biólogo, el investigador, además de los padres, los legisladores y la opinión pública.

En cuanto al lenguaje, sabemos que la terapia debe curar a quien se somete a ella y, en este caso, se somete a manipulación y muerte a una persona por nacer para intentar -fallidamente hasta el momento- curar a un tercero. Lo cual es tan “terapéutico” como extirpar el corazón de una persona viva y sana para transplantárselo a un enfermo cardíaco. 

 

3- Diría que también son patentes los ateísmos de la libertad, con una exaltación de la libertad como fin en sí misma, sinónimo de una total autonomía para dar sentido a la existencia y a la historia. Libertad incondicionada que no tendría otras limitaciones que las que la persona misma se impusiera, libertad absoluta que inventa la razón y el bien, que se dicta a su antojo las normas de la verdad y de su conducta y que termina entonces homologándose a la espontaneidad y la intuición humana. Una libertad que es vaciada de la búsqueda y elección de Dios, de la Verdad, de la plenitud, del Bien, y que es despojada de los valores objetivos comunes, de las normas éticas. Ateísmos que están impregnados, a la vez, del secularismo, de la quiebra del sentido trascendente del hombre. 

Hay dos hechos que encuentro destacados en cuanto a la difusión de los ateísmos de la libertad en nuestro medio.

Por un lado, y muy asociado al secularismo, llaman la atención algunos estilos de vida observables en los adolescentes y jóvenes, en una cultura nihilista donde van quedando como silenciadas las preguntas más decisivas de la existencia.

Si bien el nihilismo no es propio de esta franja de edad, se hace muy patente en ésta la pérdida generalizada de grandes razones e ideales, una vida sin fundamento, sin significado, una vida de evasión de los compromisos y de la solidaridad con los otros, con conductas que ponen el acento en lo superficial. Se observa una banalización de la forma de vida, donde no se asume la responsabilidad de la libertad y se va perdiendo la conciencia sobre la propia humanidad. Se vuelven actitudes corrientes el individualismo, el materialismo, el consumismo, el vivir de las apariencias, la falta de delicadeza en el trato, el apego a las cosas temporales cerradas a la trascendencia, la cultura del pasatiempo, del espectáculo, del aturdimiento, de la distracción de los anhelos constitutivos del corazón, y en, fin, la evasión del sentido religioso. Y junto a esto, se puede percibir la angustia existencial, la experiencia del fracaso, el vacío, la desolación, la depresión, el absurdo de este vértigo de la libertad, que llegan hasta la desesperación e incluso el suicidio.

Hay un desconocimiento del amor de Dios, de su presencia, que desembocan en un desorden moral y por ende, en una desorientación general de la vida. 

El otro hecho tiene que ver con la difusión de este tipo de ateísmo a nivel de la enseñanza en las carreras humanísticas, algo que me parece que tiene profunda incidencia en la rebelión atea de muchos.

Las facultades de Ciencias Sociales, de Humanísticas, son un lugar de amplia difusión de las corrientes de pensamiento. Estudiantes de Psicología, Ciencias de la Comunicación, Trabajo Social y otras carreras más cortas van incorporando conceptos y pensadores presentados, muchas veces, desde la falta de referencia a la Verdad y al sentido de la vida humana (esto, sobre todo, en el caso de las entidades laicas). Esa falta oscurece el pensamiento y tiende a fomentar una adhesión del estudiantado –incluso, al punto de la idolatría – a filosofías y pensadores teñidos de agnosticismo y concepciones ateas.

No es difícil encontrarse con personas que salieron ateas de estas facultades, o que terminaron de pasar de la indiferencia o el alejamiento al ateísmo práctico.

 

4- Es notorio el enfoque ateo en los medios de comunicación.

Tanto en el tratamiento de la noticia como en los libretos actorales, la imagen del hombre que se difunde con mayor amplitud es la de un hombre confinado en los horizontes meramente terrenos, orientado por la pasión de la riqueza, el poder, la violencia, el sexo... Se hace propaganda a varios vicios de nuestro tiempo, por lo cual se está más al servicio de la despersonalización y la deshumanización que del enriquecimiento del oyente o espectador. 

En cuanto a lo religioso, prima la falta de respeto o el tratamiento nada serio de estas cuestiones, a lo que hay que agregar la comunicación insistentemente ofensiva que tienen con frecuencia los medios respecto a la Iglesia. De esta comunicación, que confunde “libertad de expresión” con derecho a denigrar, contamos con variadísimos ejemplos a nivel cinematográfico. Como dato reciente, se sabe de la aparición de un film llamado "Corpus Christi", que muestra a un Jesús manteniendo relaciones homosexuales con sus discípulos.

Al respecto, duele constatar, por ejemplo, que tiene más protección legal un muñeco de Disney que un crucifijo, un consagrado, un Templo, la Biblia y su contenido.

 

Es también una actitud bastante generalizada, sobre todo en los programas de opinión, tratar con desconocimiento y superficialmente temas que involucran a la Iglesia, tergiversando totalmente su identidad.

Los modelos humanos que presentan los medios generalmente ni suscitan ni confirman actitudes religiosas; al contrario tienen una gran potencialidad a la hora de mostrar la religión como una rémora y un obstáculo para el desarrollo del hombre, o algo sin sentido.

 

 

“Ciertamente, el hombre puede organizar la tierra sin Dios, pero al fin y al cabo, sin Dios no puede menos de organizarla contra el hombre.”[1] Sabemos que esto está sucediendo y que la humanidad necesita las obras de los hijos de la luz.

El ateísmo actual nos deja un gran desafío a los creyentes: vivir con radicalidad la fe en un Dios vivo, haciendo opciones cotidianas coherentes con esa fe.

No es hora para desanimarnos y caer en la desesperanza. Es hora de despertarnos. De ser lo que somos. De ser fieles al carisma del amor mutuo y el ministerio de la Palabra. Es hora de encarnar gustosos la opción más arriesgada del momento: ser discípulos.



[1] Pablo VI, Populorum Progressio. En la conclusión de la Primera Parte.