Dar hasta que nos duela

Autor: Wayra Grace

 

 

A punto de concluir los 59 años de vida que el buen Dios me concede y con mi espíritu que junto al de la Virgen María, “glorifica al Señor por las maravillas que hace” a través de Sus siervos y únicamente movido por el Misericordioso Amor que siente por cada uno de nosotros.

Hay tres edades muy importantes en el ser humano, especialmente en la mujer:
-Los 15 años, que es cuando uno se presenta ante la sociedad en la cual se desenvolverá su vida futura. Edad hermosa, llena de promesas e ilusiones, romanticismo y vanidades; cuando la mujer empieza a creerse madura y tiene una absoluta inmadurez.

-Los 40 años, que generalmente le caen a una como plomo, porque dejó de ser la muchachita bonita que puede vestirse como una jovencita, empiezan a aparecer las primeras arrugas notorias y con ellas el cambio de carácter. Trata de sonreír por todo para verse jovial y joven y los desesperados intentos por mostrar los dientes y adquirir la antigua figura, ocasionan dolor en las mejillas al terminar el día y cansancio mezclado con desesperación después de las interminables sesiones de gimnasia, caminatas, masajes, etc. para luego comprobar que te dieron resultado por un tiempo, pero al menor descuido… allá va el comenzar de nuevo.

No eres “vieja”, pero tampoco ya eres “joven” entonces las frustraciones te hacen entrar en una competencia revanchista que muchas veces pasa por encima de la consideración y el respeto hacia quienes lo merecen. Tratas de buscar aliados para molestar a las personas que no cumplen tus caprichos e inventas un montón de argumentos, que únicamente hacen sonreír a tu agredido. Lloras por todo y guardas rencores hacia muchas personas, pero te encargas de que luzca una careta de hipocresía, para que otros no lo noten. ¡sigue la inmadurez! 

Sin embargo, hay compensaciones, tu vida ha tomado diferentes rumbos, en unos casos la maternidad, la doble maternidad o el ser abuela, te han traído la dulzura de ver crecer y formarse aquellos que el Señor permitió salir de tu vientre. En otros casos, la madurez de la vida consagrada a Dios, no sin frustraciones y dolores porque siempre los habrán, pero con muchas compensaciones a través de esos 25 años (desde los 15) de vida. En otros casos, no hubo esposo o no hubieron hijos, pero el Señor envió muchas cosas hermosas y otras tristes a tu vida, EN TODOS LOS CASOS, YA RECORRISTE MAS DE LA MITAD DE TU CAMINO. 

Empiezan los primeros achaques, te enteras de que tenías órganos que se van deteriorando, bisagras que se van ensarrando y te duelen las articulaciones, rodillas, etc. las jaquecas… los calores en la cara y, de algún modo, te entra temor a la vejez, pero aún la sientes leeejos.

- Los 60 años…se te vienen casi seguidos de los 40 y te caen encima como un fardo, me refiero a lo físico. Pareciera que todo está descompuesto y que uno necesita, como un coche una reparación total… que es imposible de lograr y encima, tienes que empezar a usar babero o servilleta larga porque te manchas la ropa con la comida.

Cuando te llegan y estás en el mundo, debe ser terrible porque seguramente no sabes cómo vas a tapar o rellenar o levantar las cosas que por naturaleza se descompusieron. Las innumerables cirugías te han dejado con las comisuras de los labios cerca de las orejas y la estilista es tu compañera más querida porque con el buen peinado disimulas los años que hacen tu caminar pesado.

Tienes que buscar en qué llenar tus horas y con quiénes acompañarlas, por lo tanto, el juego es el mejor antídoto contra la depresión y si tienes dinero, los viajes, masajes, fiestas, compromisos y la compra de amigos. Tu vida fue y es una competencia con toda mujer que te rodea, porque ves el vacío que llevas por dentro y que colma por fuera.

Pero cuando estás viviendo en otra dimensión y tu meta es servir al Señor, cuando te has dado cuenta de las muchísimas horas de pérdida de tiempo que tuviste en tu vida, mientras permanecías indiferente, lejos de Él, de Su cuidado amoroso, del alimento eterno de Su Cuerpo y Sangre; del anhelo de conocerlo, saber cómo vivía, escuchar Su Palabra y saber cuánto te amó para entregarte Su vida… se abre un mundo que lo llena todo. Y es entonces cuando los 60 años llegan con alegría, con gratitud, porque empiezas a descubrir la sabiduría que viene con los años.

Ya no temes a las arrugas, las amas y aprendes a convivir con ellas porque son huella de tus desvelos por servirlo Ya no tratas de competir con los otros para buscar lugares más altos de los que puedes llegar por tus propios méritos. No te interesa la competencia porque tu desafío ya no es la tierra, sino el tratar de llegar a la santidad para estar en la primera morada del Padre. Tu anhelo es ser Santa y de las grandes, pero no a los ojos de los humanos, porque en último caso, ni te interesan sus opiniones, las consideras pero lo único que valoras es la opinión de Aquel que habrá de tenerte en Sus brazos por una eternidad.

¡60 años…! Ahora sí pasaron ¾ partes de tu vida y comienzas a ver que Jesús está parado frente a ti y que está abriendo los brazos para recibirte. De uno depende el correr hacia ellos bañado de luz, limpiado de nuestros harapos feos y sucios del pecado o el arrastrándonos en nuestras miserias, llegar hasta medio camino, creyendo que porque volcamos los ojos hacia Él y le dimos “un poco de lo que nos sobra o tenemos” ya nos ganamos el lugar, o en el peor de los casos, desviarnos y pasar de largo hacia otro lado, porque allá está lo que brilla y da oropel, sin darnos cuenta de que la verdadera perla preciosa está en Él y Su ley.

Hasta aquí mis apreciaciones personales viendo a personas de esas edades, obviamente, salvando las buenas y pocas excepciones.

En mi caso, el Señor ha permitido que entre los 40 y 60 que cumpliré pronto, si Él así lo quiere, conociera Su Amor, pero además de una manera tan fuerte, que podría cantar como mi amiga Tere Bass, que hizo canción un Salmo: “Me has seducido, Señor, yo me dejé seducir, fue una lucha desigual, y fue Tuya la victoria…” 

En este camino, no sabía cómo retribuir al Señor tanta bendiciones, tanto amor, hasta que un día Él me dijo: “Ahí tienes a tus hermanos, dales de lo que tienes, pero no les des lo que te sobre… dales hasta que te duela el dar”

Lo primero que atravesó frente a mí fue un mendigo que pedía una limosna para comer, mi corazón dio un vuelco y dije: Señor, yo le daré de comer. En la misma acera vi una ancianita casi desnuda de tan vieja su ropa y dije: Señor, yo le daré ropa… Y esa noche dormí feliz. Había sembrado en mí el buen Señor, un anhelo que va unido indefectiblemente a todo Apostolado: el servicio, el darse a los otros, el amor en las obras de Misericordia corporal.

Mi comenzar este anhelo, hace 6 años, fue atroz, nadie me hizo caso cuando propuse el comedor y el ropero del pobre. Después de tres fallidos intentos, uno de ellos con un grupo que me acompañó donde unas personas alcohólicas necesitadas, llevó ropa en pésimo estado, sin botones, rota, zapatos y carteras de 10 años atrás. Esa noche lloré de vergüenza luego de un tremendo discurso a la gente que me acompañó acerca de la manera de servir al indigente: sin humillarlo y de rodillas, porque representa el Rostro de Dios.

En el segundo intento opté por pedir un poco de víveres de cada uno, de su canasta familiar para cocinar yo una vez por semana. Nadie me respondió. Lo hice, con ayuda de mi esposo y la muchachita que me ayudaba en casa. Me fui sola llevando mi tremenda olla por las calles del centro en mi pueblo y fue… un desastre: la olla se movía y se derramó la mita de la sopa en el coche, como estaba sola debía parquear y convencer a la gente que se acerque con su plato o su latita para recibir comida, la mitad de ellos, desconfiaban y yo tuve que agenciarme de una lata para llevarles la comida, haciéndome bocinear y peleando con cuanto coche pasaba cerca. Esa noche, lloré mucho más y pedí perdón al Señor porque no sabía como hacerlo.

Pero llegó la ayuda divina. Una señora del grupo me ofreció llevarme a la cárcel para dar una charla a los internos. Era el recinto más pobre porque estaban en una cárcel preventiva, esperando su condena. Tan pobre que allá vivían familias enteras en cuartitos divididos por paredes de cartón y madera. 

Fuimos varias veces para dar charlas con mi Director. En la cuaresma se confesaron 30 y
nos pedían medallitas cada vez que íbamos y nos sentíamos muy contentos y agradecidos.

Un día, ahí vi la Luz de Jesús, muchos de ellos no tenían con qué pagar la pensión de su comida y a partir de ese día… con la ayuda de un pequeño grupo de personas, nació el nació el primer Comedor Social del ANE, cocinábamos para 100 personas y entre semana, las señoras iban a dar catequesis, con cantos, guitarras, etc. Al inicio de nuestras actividades eran 7 católicos y los demás de diferentes grupos religiosos. 

En 4 meses, para la Navidad ya eran 120 personas, nos esperaron con un altar hecho por ellos para esperar al Niño Jesús. Uno de ellos hizo un trabajo extra en carpintería y ganó para mandar a imprimir unas playeras con el nombre del Apostolado de la Nueva Evangelización y el nombre de su casita de oración. Conseguimos que nos donen juguetes para los niños de los internos y fue una Navidad maravillosa que el Señor nos regaló.

A la siguiente Navidad, la Dirección de nuestro Apostolado les donó un horno industrial a gas, eran 200 reclusos que comenzaron a elaborar pan para lograr fondos para ayudar a los nuevos que llegaban. En esa Navidad tuvimos que pedir ayuda a otros sacerdotes porque las confesiones llegaron a sobrepasar el número de nuestros queridos amigos.

El jueves 17 de noviembre, en un día más, se va a abrir el primer Centro de Asistencia Social de nuestro Apostolado en México, y con el favor de Dios, se cocinará una vez por semana para 50 personas necesitadas. Pero además el Señor es tan maravilloso, que también habrá allá no solo el “comedor del necesitado” sino también el “ropero del necesitado” y el “consultorio y medicinas del necesitado”, gracias a las gestiones de un grupo de señoras, impulsadas por el Coordinador de México.
Nada es nuestro, todo el mérito y la Gloria es Suya y ante Él, servirían de leña para nuestra hoguera el pretender quitarle al Dueño lo que de Él viene. 

¿Cómo puedo darle gracias a Dios por tantos regalos y dones recibidos en estos años? Todo lo que pudiera hacer el resto de mi vida, sería siempre nada, porque a Dios no se le puede retribuir con nada. Sólo habría que decirle: “Señor, somos siervos inútiles, hemos hecho lo que debíamos”.

Qué distinto sería nuestro mundo si todos nos uniéramos en un solo camino, para atender, para servir a Jesús, sin buscar medallas ni estandartes que más bien sirvan para separarnos. Qué distinto sería este planeta si todos diésemos de lo que tenemos, en salud, en servicio, en ayuda económica y sobre todo espiritual “hasta que nos duela”.


Noviembre de 2004