¿Locos?

Autor: Adolfo Güémez, L.C.

aguemez@legionaries.org

 

 

A veces el mundo me sorprende. A tal grado, que pienso que hay más gente loca de lo que parece. Los ejemplos saltan por todas partes. Yo, a continuación, les comparto dos que confirmaron mi convicción.  

El primero es una nueva fundación trapense. ¿Cómo es posible -me dije- que monjes dedicados a la oración y al trabajo puedan seguir abriendo conventos en pleno siglo XXI? ¿No se supone que todo esto era de otros tiempos? Pues bien, estos padrecitos han abierto el primer monasterio en la República Checa después de la caída del comunismo. ¡Sí, como lo oyen, el primero! Y esto requiere de muy poca cordura.  

            Es un grupo de doce hombres, como los apóstoles. Pero el número no es lo único que les asemeja. ¿La apariencia? No lo sé, no los conozco personalmente. Pero lo que no es difícil intuir es que lo que les mueve, también movió a los primeros seguidores de Jesucristo hace dos mil años. Es algo que va más allá del aspecto, de los números y de las palabras: es el Amor.

 

Estos “locos” son los continuadores de la misión que Cristo dejó a su Iglesia: ir por todo el mundo y predicar el Evangelio. Estos apóstoles de hoy, continúan algo que todos debemos continuar: predicar con el ejemplo y con la oración, como hizo Jesucristo. Tendrán miedo, no lo dudo. Pero lo vencerán, pues el amor es siempre más fuerte.

 

El segundo, son cuatro carmelitas descalzas que han llegado a Siberia después de mucho insistir. Para ello, han escogido una ciudad con más de 10,000 habitantes. Así, en medio de la blanca estepa, estas pequeñas contemplativas se han lanzado a la batalla. Y digo pequeñas no por el la altura de su cuerpo, sino porque sólo de los que son como niños es el Reino de los Cielos.

 

Estoy seguro que han temblado al pensar en lo que Dios les tenía preparado. Pero eso no las ha amedrentado. Han vacilado mil y una veces, pero al final el Amor venció. Y ahí están, contemplando. Pero yo diría aún más. Se encuentran conquistando, pues, como ya sabemos, las palabras conmueven, pero el ejemplo arrastra. Y estas monjitas, al menos las conozco, no hacen sino darnos testimonio.            

¿Locos y locas? Puede ser. Como es loco el hijo de Paulina que hace unos días se ha ido al seminario. O como Agustín, que da de comer todos los días a un pordiosero. O Javier, que regala parte de su salario mensual a una obra de caridad. O simplemente como la buena de María, que pasa su vida sonriendo a los demás.  

            Así daría gusto vivir en un mundo de locos. Pero de locos de amor. Un mundo en el que todos tuviéramos como programa el buscar hacer felices a los demás. Un mundo en el que cada uno se preocupara por los otros, y los otros se preocuparan por cada uno