Te pasaste de la raya

Autor: Adolfo Güémez, L.C.

aguemez@legionaries.org

 

 

Toda conquista es una lucha y toda lucha una conquista. Si no, que le pregunten a Francisco Pizarro. Este hombre, a pesar de contar con pocos conocimientos de la geografía del lugar, de tener escasez de hombres y medios, logró lo que se había propuesto: conquistar el imperio Inca.  

Una tras otra sus primeras expediciones fueron un fracaso. Uno tras otro sus seguidores comenzaron a desconfiar de él. Hasta que llegó a una situación límite. Era necesario tomar partido: o sus hombres estaban dispuestos a dar todo por el ideal de la conquista, o se separaría de ellos. 

            En 1527, estando en una isla, Pizarro se jugó su última carta. Sale a la playa con sus hombres. Su porte era imponente. Se encorva. Traza una raya en la arena con decisión y dice mirando fijamente a sus compañeros: «Por aquí se va a Panamá a ser pobre; por allá, al Perú, a ser rico y a llevar la santa religión de Cristo, y ahora, escoja el que sea buen castellano lo que mejor estuviere».  

¡Sólo trece hombres cruzaron la línea! ¡Tan sólo trece se unieron a su jefe! Parecía un número ridículo después de tantos fracasos con tripulaciones enteras. Sin embargo, sólo éstos se merecen el nombre de los Trece de la Fama. Los otros, los desertores, lo único que nos recuerdan es un fuerte olor a cobardía.  

            Este ejemplo no debe extrañarnos, pues no es un oasis en medio del desierto. De hecho, las grandes obras, ésas que dejan huellas perennes en el mundo, las llevan a cabo tan sólo puñados de hombres. Éstos son los que la historia suele escribir bajo el título de “Memorables”. Hombres convencidos de su ideal, dispuestos a perder todo, incluso su propia vida, antes que abandonar su lucha.  

            Pero son hombres como tú y como yo. Están compuestos también de carne y hueso. Son personas que sienten, que lloran, que deben sobreponerse a mil y una dificultades. Pero han sabido no construir castillos en el aire. Tienen que luchar y superar los problemas; pero si caen, se levantan. No son ángeles. Tienen las mismas debilidades que el resto de la humanidad. Pero han sabido aprovechar las muchas oportunidades que a diario se les presentaron para hacer algo que valiera la pena con la vida. Son como tú y como yo, ni más ni menos.  

            Que tú no puedes, que lo has intentado mil y una veces, que siempre has fracasado. ¡No importa caer cuando se ama la lucha y no la caída! Muchas veces, el fracaso es el único camino que lleva al éxito.  

Lo primero que hay que hacer para ganar la lotería es comprar un billete, pues sin él no se gana ni reintegro. Para hacer grandes cosas, lo primero que hay que hacer es intentarlo, aunque parezca que ya lo hemos tratado muchas veces. 

            Si todos nos decidiéramos a hacer algo grande por el mundo, seguro que éste cambiaría. Es más, si sólo la mitad de los leen estas líneas lo hiciéramos, los tiempos que vienen serían más hermosos. Incluso me atrevo a decir que si tan sólo tú te lanzaras a hacer algo que valga la pena con tu vida, podrías imprimir un nuevo rumbo a esta humanidad. Podrías dejar tu nombre grabado en una placa de ésas que se dan sólo a los hombres fuertes, no material, sino eterna.