Domingo III del Tiempo Ordinario, Ciclo B

El Señor te dice: Ven conmigo

Autor: Padre Alberto María fmp  

 

 

Anotaciones a las lecturas: 

Jon 3, 1-5.10;  Sal 24, 4-5ab.6-7bc. 8-9; 1Cor 7,29-31;  Mc 1,14-20  

La Palabra del Señor nos urge a un cambio, a un cambio interior para con Dios, para con los hombres, para con el mundo en que vivimos. Y esto porque también nosotros nos estandartizamos, nos establecemos y nos quedamos cómodamente sentados muchas veces en el marco espiritual, en el marco cristiano en el que funciona nuestra vida. Como si no hubiera nada más, nada nuevo que aprender, nada nuevo que conocer, nada nuevo a lo que aspirar. Nos establecemos en una situación cómoda, o no del todo incómoda en la que estamos a gusto porque -como se dice en la calle: “cumplimos con Dios, cumplimos con los hombres.”

La primera Palabra del Señor que ha sido proclamada hoy nos habla de la conversión de Nínive. La situación de la ciudad era bastante caótica y Dios estaba apenado -hablando en lo humano- y mandó a Jonás. Jonás no quería ir, porque sabe que al final Dios siempre tiene misericordia, pero al final fue.

Nosotros somos como esa ciudad y nuestra vida interior es una ciudad caótica muchas veces. En ocasiones, miles de pensamientos trajinan por nuestra mente y muchos de ellos sin tener en cuenta a Dios para nada. Otros son los pensamientos buenos y pensamientos de las cosas buenas que Dios quiere que hagamos. Pero el caos se produce cuando dentro de nosotros dejamos más ocasión a unos que a otros, a los pensamientos vanos, aunque no sean necesariamente malos, más que a los pensamientos de una vida según Dios. Incluso, a veces, hasta nos parecería demasiado exagerado estar todo el día pensando en el Señor u ocupados en las cosas de Dios o en aquello que a Dios le agrada, que a fin de cuentas es lo mejor para nosotros.

La segunda lectura, tomada de san Pablo, nos dice que nos  pongamos manos a la obra.

Y el evangelio, por su parte, es contundente: Jesús llamó a los discípulos y les dijo: «Venid conmigo» (Mc 1, 17).

El Señor también nos dice: cambia de actitud, ven conmigo. Ya no se trata de que tenga que ser un cambio del cero al diez. No. Puede ser el cambio del uno al dos, pero: cambia de actitud y ven conmigo. No te sientas cómodo donde has llegado porque hay una vida mucho más grande de la que tú conoces y que todavía tienes que descubrir. No importa tu edad. Lo que importa es tu edad en el Señor, el tiempo que estás conociendo a Dios. Porque el otro tiempo lo vas a dar por perdido en cuanto te adentres un poco más en el misterio de Dios. En cuanto te des cuenta que hay Alguien que te ama de verdad, sin intereses. Pero debes cambiar.

Debes cambiar porque te has despistado, has tenido pensamientos negativos, has tenido olvidos y pequeñas o grandes traiciones al amor. Es necesario que cambies la actitud cotidiana, que purifiques tu corazón, que lo limpies de todo lo que no es luminoso, como luminoso fue el Tabor.

Por eso dice el Señor, ven conmigo, Yo te enseñaré. Es la llamada de Jesús a los discípulos a quienes les dice: «os haré pescadores de hombres».  Pero a nosotros nos dice más allá: Ven que Yo estoy dispuesto a decirte y a compartir contigo todo cuanto conozco y tú desconoces incluso de ti. Porque muchas veces nos creemos grandes y poderosos y no somos más que un pequeño infeliz que va de creidillo por la vida, sin darnos cuenta de que quizás nuestro privilegio, nuestro gran privilegio sería poder portar como el borriquillo a Jesús sobre nuestros lomos en la entrada en Jerusalén.

Aunque, en ocasiones, nos sentimos príncipes herederos de algún trono y que el Señor no nos trata con justicia. O que el Señor está demasiado ocupado en tantas cosas que no tiene tiempo de pensar en mí, un pobrecillo indefenso.

El Señor dice: ven conmigo, Yo te enseñaré lo que debes de cambiar cada día, para que cada día sigas el camino y no te detengas. Para que cada día  vayas conociendo y adentrándote más en la vida que vives. Pero para que vayas adentrándote en ella, cambia lo que tengas que cambiar y la vida será provechosa para ti y para los que te rodean. Ven conmigo y Yo te enseñaré que tú serás más tú cuanto más cerca de Mí estés. Y ven conmigo que Yo te enseñaré, que serás más tú, cuanto más pendiente de los demás estés.

El Señor dice: Ven, pues, emprendamos el camino, no seamos remisos igual como aquellos hombres -como recordaba el comienzo del evangelio al hablar de Juan- que estaban en el Jordán cuando oían la predicación del Bautista, demos, también nosotros, un paso adelante, acerquémonos al Señor. Vayamos, salgamos al encuentro de Aquél que viene, de Aquél que ha venido, de Aquél que vendrá día tras día y mantengamos siempre un corazón bien dispuesto

a dejar atrás lo que no convenga: tantos problemas, tantas preocupaciones, tantas inquietudes, tantos despistes, tantas faltas de memoria y tantas faltas de atención, que hace que se nos escape la vida. Dejando atrás lo que queda atrás, lancémonos al encuentro del Señor, a vayamos tras de El. Ser cristiano no es ser nada especial, es solamente ser cristiano y ser cristiano solamente es ser santo. Nada más. Es bien sencillo. Todo consiste en hacer lo que Jesús nos enseñó, de verdad. No pensar en hacerlo sino hacerlo. No ocupar tiempo en pensar lo que voy a hacer sino hacerlo.

Venid, venid. Yo te diré lo que debes de hacer.