Domingo II después de Navidad , Ciclo A

Ser vividores de la Palabra del Señor

Autor: Padre Alberto María fmp  

 

 

Anotaciones a las lecturas: 

Eclo 24,1-4.12-16; Sal 147,12-13.14-15.19-20; Ef 1,3-6.15-18; Jn 1,1-18;

Uniendo las palabras de Juan el evangelista en el Prólogo de su Evangelio y las palabras del Padre en el Tabor y en el Bautismo en el Jordán podríamos concluir: Escuchemos la Palabra de Dios que generó el mundo, por la que fueron hechas todas las cosas y que está entre nosotros. 


A lo que podríamos añadir: de que ha venido al mundo y realmente el mundo no la ha recibido. Que a los que la han recibido nos ha concedido el ser hijos de Dios, ¡escuchémosla! ¡Escuchemos la Palabra del Señor, guardémosla en el corazón, pongámosla en práctica!
No seamos como vendedores de mercancías que «hablamos mucho y hacemos poco» -como decía aquel discípulo de Francisco de Asís. No seamos como charlatanes que lo que buscan es vender un producto por encima de cualquier cosa. 
Seamos hombres y mujeres que ponen en práctica, que viven según la Palabra del Señor, porque en ello encuentran la vida y porque están ciertos de que los demás también la encontrarán si ven que ellos la viven.
La Palabra ha venido a nosotros y san Juan nos dice que fue por la que fueron hechas todas las cosas, para que nosotros sepamos también muy bien de quién nos hemos fiado -como decía san Pablo. Para que nosotros también tengamos la certeza de saber muy bien en quien hemos puesto nuestra confianza, y que no es en un charlatán, ni es en un comercial de los que pululan por nuestras ciudades y por nuestros entornos industriales, vendiendo un producto, sin importar mucho que sea bueno o no, él tiene que venderlo como sea. 
La Palabra de la que nos habla san Juan es la Palabra que nos ha dado la Salvación, que nos ha devuelto la vida. Es la Palabra que no dejó que tropezaran nuestros pies y que cuando han tropezado ha sanado nuestras heridas; ha sido la Palabra de consuelo, la Palabra de aliento, la Palabra de esperanza, la Palabra que construye la vida, la paz, la esperanza, el aliento, el consuelo en nuestro corazón, de la misma manera que construyó el mundo en los orígenes de la existencia, «en el principio» -como dice la Escritura-. 
Por eso san Juan nos insiste: La Palabra está aquí, vivamos como Ella. María lo va a volver a decir en las Bodas de Cana: «Haced lo que El, lo que la Palabra os dice». Y ya decía en el Antiguo Testamento, (Dt 13,1): «Sin apartaros ni a derecha ni a izquierda de lo que yo os mando».
¿Por qué hemos de ser tan tardos en responder cuando en ello nos va nuestra vida, cuando en ello está nuestra felicidad para siempre? Entiendo de alguna manera que la nuestra es una vida que se va rápidamente, o, como decimos coloquialmente, «corre que vuela». Y es cierto: cuando aún no ha amanecido un día, ya está terminando el día siguiente y tienes todavía las cosas por hacer. No tenemos mucho tiempo que perder. 
La Palabra sí va adelante. Nosotros necesitamos de la Palabra de Dios y nos la ha enviado para que nos muestre el camino, nos diga lo que tenemos que hacer, nos dé a conocer el amor de Dios y así tengamos fuerza para ser hijos de Dios. Simple y sencillo. 
Dejando de lado otras conclusiones teológicas, para nosotros hoy nos habla de la urgencia y necesidad personal que tenemos de poner en práctica y ser vividores de la Palabra del Señor.
Personas que experimentan, han experimentado y experimentarán que la verdad se cumple en la Palabra de Dios, sabiendo que es para vivirla, no para teorizarla, ni para hacer demagogia ni para utilizarla para ningún tipo de beneficios, sino simplemente para vivirla y vivir en Ella. Vivir en el amor y así vivir de verdad.