Domingo I de Avviento, Ciclo B

El Adviento: «La autovía de Dios»

Autor: Padre Alberto María fmp  

 

 

Anotaciones a las lecturas: 

Is 63, 16b-17. 19b; 64, 2b-7;   Sal 79, 2ac y 3b. 15-16. 18-19; 1Cor 1,3-9;  Mc 13,33-37  

Velad, velad. Nos dice el Evangelio.

El Señor nos decía también en otros lugares. «Estad despiertos».

 «Estad despiertos y vigilantes», porque la vida viene y va y porque el camino está para recorrer cada día. Estad atentos, despiertos y vigilantes para que nada os sorprenda; para que nada os encuentre distraídos. Estad despiertos porque es tiempo de contemplar, tiempo de descubrir, de redescubrir la belleza de la Creación, la belleza de la Salvación, la belleza de la vida, del regalo que Dios nos ha hecho al llamarnos a la vida. Es tiempo de estar despiertos para contemplar y para allanar el camino al Señor. Es tiempo para estar despiertos y poder contemplar las cosas tan hermosas que el Señor y la vida nos ofrecen cada día, y es tiempo de estar despiertos para ponerse con las manos al arado y echar para adelante. Es tiempo, es tiempo de preparar el camino del Señor, como decía el evangelio de ayer y vamos a tener muy presente a lo largo de todas estas cuatro semanas.

«Preparad el camino al Señor» -dice el profeta Isaías- Preparad el camino al Señor quiere decir, ponernos manos a la obra y hacerlo porque el camino es abrupto, es un camino que está por hacer y en el que hay que quitar todo lo que sobra y poner todo lo que falta. Dice el profeta Isaías: «Subid los valles, bajad los montes» ¿Por qué? porque cuando uno construye una autopista tiene que quitar de la montaña todo lo que le sobra para hacer el trabado y después añadir -en las hondonadas del terreno- añadir todo lo que falta bien de relleno o bien con puentes. Esos puentes con grandes columnas que salven los valles y permitan la libre circulación de vehículos, sin detrimentos, ni riesgos, ni peligros.

Después cuando nosotros viajamos, disfrutamos de buen camino; pero cuando disfrutamos de buen camino no nos acordamos que antes alguien ha estado trabajando preparando el camino.

Pues bien, preparar el camino del Señor es crear una autopista entre Dios y los hombres. Es levantar una autopista, una autopista donde el hombre pueda ir fácilmente hacia el Señor y Dios pueda acceder fácilmente al corazón del hombre. Dios puede. El problema es que nosotros no siempre le dejamos. Por eso Dios quiere nuestra colaboración en toda su obra de salvación. Porque si no somos capaces de poner, no hay problema, Dios nos suple. Pero la dificultad es, más bien, que somos capaces de estar atendiendo otras cosas y perder el tren que se marcha de viaje y quedarnos en tierra por descuido o por despiste.

El Señor nos dice: Vosotros preparad el camino, comenzad a hacer la autopista, después os alegraréis de haberla construido. Después uno agradece la obra realizada; pero hay que hacer la obra para agradecerla, porque somos tan necios que no nos damos cuenta hasta que está realizada.

Por eso el Señor comienza el primer domingo de Adviento diciéndonos: poneros manos a la obra, estad despiertos, no temáis ocupar el día y la noche si es necesario pero preparad el camino para que haya un libre tránsito entre Dios y vosotros y entre vosotros y Dios. Mirad en vuestro entorno, dentro de vuestro corazón y encontraréis muchas montañas, muchos obstáculos, encontraréis que habéis dejado entrar un montón de tonterías en vuestra vida y habéis dejado entrar de todo. Habéis abierto la puerta y la ventana, ha habido un poco de viento que ha hecho entrar el polvo dentro de la casa. Pensabais que la teníais tan limpia y tan arreglada, pero ahora la tenéis llena de polvo de tal forma que si pasas la mano en la mesa rascas la madera.

Pues bien, preparad el camino, cerrad puertas y ventanas, porque no sirve que quitéis el polvo si no cerráis puertas y ventanas. Cerrad puertas y ventanas y poneros a quitar el polvo.

Allanad el camino, quitad lo que sobra en las montañas. Poned lo que falta para salvar los valles. Después lo agradeceréis.

A veces como somos tan desconfiados y tenemos poca confianza en el Señor, cuando el Señor nos manda limpiar la casa o construir el camino o prepararle el camino, pensamos en seguida en el mucho trabajo que tenemos que hacer. Y nos pasa como a aquellos viejecillos de la mujer adúltera, cuando el Señor les dijo: «El que esté libre de pecado que tire la primera piedra». Todos se marcharon comenzando. De pronto nos vemos un montón, tanto que nos parece imposible, y pensamos que el Señor nos pide cosas que no podemos hacer. Vemos más el esfuerzo que hay que hacer o la renuncia que hay que hacer y se nos escapan los beneficios del final.

El Señor nos dice: No os preocupéis, estad despiertos. No temáis ocupar día y noche. Vuestra vida es más importante, más y más de lo que vosotros la hacéis de valer. Estad despiertos, estad vigilantes porque después agradeceréis haber hecho la autopista cuando podáis acceder a Dios en un suspiro y cuando podáis ver a Dios en un suspiro: cuando rápidamente sepáis lo que tenéis que hacer, después lo agradeceréis; cuando tengáis que tomar una decisión y tengáis que distinguir entre lo bueno y lo malo; cuando tengáis que ver aquello que conviene o aquello que no conviene; cuando tengáis que hacer una cosa y estéis dudosos y sepáis pues, desde ahí, desde la duda, sepáis lo que debéis de hacer y lo que es más conveniente... Entonces lo agradeceréis. Pero de momento cogeos el pico y la pala y poneros a trabajar en la autovía de Dios. El Adviento es la construcción de la autovía de Dios.

¿Tú quieres que Dios esté sensible para tu vida? Pues coge el pico y la pala y ábrele el acceso.

- No, es que yo prefiero que lo haga Dios.

- Sí, yo también.

Pero cuando uno quiere que Dios haga las cosas y se sienta como los de Tesalónica -a esperar que venga el santo advenimiento-, normalmente éste no se da porque lo que estamos es construyendo un muro que nos separa: la pasividad, la desilusión, la desesperanza, la desgana. Y todo eso no son precisamente virtudes humanas a destacar ni a ensalzar.

¿Tú quieres que Dios llegue a tu vida? Ponte a trabajar. Ábrele el camino. Prepárale el camino. Quita tantas cosas como te sobran de tu corazón. Tantas malas costumbres, tanta pasividad, tantas historias para terminar escogiendo lo que no conviene, simplemente por comodidad. Para simplemente dejarte conducir por lo que te apetece, cuando te apetece y como te apetece.

Comienza a quitar todos esos «regañadientes», todas esas situaciones de conflicto, todos esos pensamientos negativos... Comienza por eliminar toda esa desgana, comodidad, pereza... Comienza por eliminar tu mal genio, tu mal humor, tu tristeza constante. Comienza por eliminar todo eso.

Cuando lo hayas quitado todo, continúa poniendo la alegría, el amor, la paz, la esperanza, la equidad, la justicia, la virtud... en una palabra, todo lo que es bueno.

Y si tú quitas lo que es malo y pones lo que es bueno, lograrás construir una autopista para Dios y te será sencillo llegar a Dios y a Dios le será sencillo llegar a ti, porque no encontrará obstáculos. Porque no encontrará los obstáculos que ahora tienes y que le impiden muchas veces llegar a ti.

¡Velad, estad despiertos! ¡Construyamos la autovía de Dios!