Liderazgo
La sociedad necesita lideres auténticos (1)
Autor: Padre Alfonso Lopéz Quintás
I
La función de líder es muy noble
por ser ineludible
Se cuenta del gran teólogo y hermeneuta alemán Friedrich Schleiermacher que, en un momento de su carrera eclesiástica, creyó haber perdido la fe. No tenía sentido continuar su preparación al sacerdocio. Pero él prosiguió sus estudios por la atracción que ejercía sobre su ánimo el término “pastor”, con el que se denomina a los sacerdotes en la Iglesia evangélica. En éste y en otros trabajos expondré las razones básicas de tal atractivo.
Modos diversos de liderazgo
En la vida podemos desempeñar el papel de líderes de formas distintas y con intensidades diversas. Recordemos algunos tipos de líder, a fin de ir perfilando este concepto.
1. El líder, en sentido general: Puede considerarse como líder toda persona que desea ser fiel a su condición comunitaria y acepta el deber consiguiente de contribuir a fundar el Humanismo de la unidad, la solidaridad y el servicio. En este sentido, todos debemos ser líderes en cada momento de la vida. Una persona desempeña el papel de maestro, guía o líder cuando, con su palabra y su ejemplo, ayuda a otra a tomar una dirección acertada en la solución de un problema, en la interpretación de un acontecimiento, en la orientación de la conducta... Si estás bien formado, puedes, con una observación sencilla, dar una clave de orientación que sirva a otros de fuente de luz para encauzar su vida.
Estás viendo la televisión en familia y haces, de pasada, un comentario acertado sobre un pasaje de una película o sobre una cuestión tratada en un debate. Has ejercido una función de líder respecto a los demás.
- Vas en un vehículo y dices una idea lúcida en la conversación que has iniciado con un compañero de viaje. Has actuado como líder en bien del prójimo.
- Si eres profesor y te esfuerzas en adquirir claves de interpretación de las grandes cuestiones de la vida humana, tendrás múltiples ocasiones de orientar a niños y jóvenes y abrirles horizontes de creatividad. Puedes carecer de todo poder directivo en tu centro escolar, no dar nunca una conferencia ni participar en un debate radiofónico o televisivo. No importa. Estás ejerciendo un espléndido papel de líder. Una indicación certera puede clarificar mil ideas confusas y marcar a una persona la dirección acertada en su vida.
- Como padres de familia, os veis a menudo en la obligación de indicar a vuestros hijos que no han obrado bien y deben actuar de otra forma. Si, al hacerlo, conseguís que descubran por sí mismos que no sois vosotros quienes les amonestáis sino su misma realidad personal, os habréis convertido para ellos en auténticos guías o líderes.
- Te das cuenta de que vives sin rumbo y decides elaborar un proyecto de vida conforme a un ideal valioso y realizarlo esforzadamente día a día. Has actuado como líder o guía de ti mismo.
2. El líder, en función de dirigente. Un profesor, un sacerdote, un empresario, un político, un periodista, un escritor... son auténticos líderes si movilizan las amplias posibilidades de que disponen para orientar debidamente la opinión pública y configurar rectamente la sociedad. Estos líderes han de salir de las filas de quienes tienen conciencia de que, por ser miembros de una comunidad, deben ejercer el noble papel de guías.
3. El líder, como roturador de nuevos caminos. En momentos cruciales, en los que la sociedad pierde el norte y se halla bloqueada por la confusión intelectual y el desánimo, se requieren personas animosas que realicen un esfuerzo especial, den un paso adelante, aceleren su proceso de formación y señalen a los demás la ruta adecuada para salir de la crisis. Tal forma de liderazgo exige la capacidad de arriesgarse a tomar iniciativas y decidirse -cuando sea ineludible- a realizar innovaciones en diferentes aspectos de la vida: estructuras, modos de conducta, estilos de pensar... Estos líderes ejercen una función decisiva en la sociedad si cuentan con la debida madurez en el aspecto intelectual y espiritual y proceden con desprendimiento.- No raras veces, líderes bien dotados se convierten en una maldición para su entorno -personas, instituciones, pueblos...- debido al egoísmo y la altanería. En casos, los líderes no sólo guían sino que ordenan y mandan. El poder de mandar implica cierta soberanía, superioridad, señorío. Debido a su posición privilegiada, tales líderes son considerados a menudo por las gentes como seres superiores, capaces de decidir el destino ajeno. Esta exaltación orla la figura de los líderes de un gran prestigio social y puede llevarles a embriagarse de poder y tomarlo como la meta de su vida, olvidando que todo su poderío sólo tiene sentido cuando es puesto al servicio del pueblo.
- Por el contrario, existen líderes que convierten el liderazgo en una fuente de riqueza para los demás. A este grupo de líderes consagraré la atención, pues la sociedad actual necesita, más que nunca, personas que funden vida de comunidad -creando generosamente vínculos, lazos de comprensión, solidaridad y entrega- y lo hagan con pleno convencimiento del valor de esa tarea y sepan dar razón de sus motivaciones.
La formación de líderes
Este tipo de liderazgo sólo se logra con una debida preparación. Incluso quienes "tienen madera de líder" han de adquirir una formación cuidadosa si quieren desempeñar bien su cometido. La sociedad no debe limitarse a esperar que surjan los líderes espontáneamente. Ha de cultivarlos con esmero y destreza, a fin de que cumplan sus tareas propias de forma satisfactoria.
El líder auténtico no se "fabrica", porque no es un mero producto de la acción de un promotor sobre él. Es el fruto de un proceso formativo, en el cual una persona se hace cargo de su responsabilidad como miembro de un conjunto social. Utilizar la expresión "fabricar líderes" delata que se entiende la función de líder como una mera operación de imagen.
Para ejercer la función de líder de la unidad y el servicio se requiere una formación intelectual y espiritual bastante depurada. Ante una situación difícil, todo educador ha de saber a qué atenerse -lo cual implica haber aprendido a prever-, y debe poseer el arte de expresarse con serenidad, sencillez y afabilidad, sin prepotencia ni espíritu coactivo, más como un servidor de la verdad que como dueño de la misma. Tal actitud de servicio supone cierta madurez espiritual, y ésta la adquirimos cuando logramos conocer a fondo el alto valor que presenta nuestra vida cotidiana cuando vivimos de forma creativa. Auténtico líder es la persona que se esfuerza en pensar con rigor, sin frivolidad, y vivir creativamente, con libertad interior suficiente para no recluirse egoístamente en sí mismo y abrirse a todo lo que se presenta como algo valioso que pide ser realizado en la vida.
Descuidar la formación de líderes por temor a que se entienda el liderazgo al modo usual en el Humanismo del dominio significa olvidar que todo lo humano implica un riesgo directamente proporcional a su valor. El que toma como objetivo de su vida dominar, poseer y disfrutar entiende el poder y el dominio que otorga el liderazgo como un medio para guiar a las gentes en beneficio propio. El que orienta su vida hacia el ideal de la unidad guía a los demás para llevarlos a la cota más alta de cualificación personal y, por tanto, de libertad creativa.
Obligación de ser líderes
Puede haber personas que no se sientan capaces de dar cursos y conferencias por falta de tiempo, de formación, de facilidad de palabra..., o sencillamente de ocasión para hacerlo. Si se preocupan de conocer cada día un poco mejor las leyes de nuestro desarrollo personal, podrán en cualquier momento de su vida hacer una observación certera respecto a una cuestión relevante, y esto los convierte en líderes. Suele decirse que "el poeta nace y el orador se hace". Para ser buen orador se requieren también ciertas dotes naturales, pero éstas pueden perfeccionarse mediante un aprendizaje adecuado.
Si el líder está dotado de "carisma" -poder extraordinario de persuasión y atracción-, dispone de una facilidad especial para transmitir doctrinas y entusiasmar con ellas a las gentes. Pero no debemos reducir el líder a una persona carismática que arrastra multitudes. La labor del líder puede ser muy sencilla, nada deslumbrante, y presentar, sin embargo, una gran eficiencia. Es conveniente "desmitificar" la idea de líder, es decir, entenderla de modo sobrio y sereno, atendiendo más a la eficacia y trascendencia de la acción realizada que a la espectacularidad del modo de actuar. El poder de convicción del buen líder radica, sobre todo, en la decisión y energía que muestra al saberse en el camino recto, el que conduce al ideal auténtico de la vida humana. Su fuerza de persuasión procede de este ideal más que de sus condiciones personales.
El líder es un portavoz de los valores
Desde antiguo se afirma que el bien se difunde por sí mismo. El que se ve enriquecido con un bien desea comunicarlo por la tendencia de éste a expandirse, como sucede con la luz. He aquí la tarea del líder: ser instructor, transmitir a otros generosamente el resultado del propio esfuerzo, como hizo Juan Salvador Gaviota, que retornó a su hogar para enseñar el arte de volar a perfección, incluso a quienes lo habían desterrado (1).
Esta voluntad de compartir con otros el bien que uno alberga funda auténtica vida comunitaria. Ésta se crea cuando se ponen en común los bienes materiales y, sobre todo, los espirituales. Es impresionante observar la vinculación que se establece entre quienes cantan a coro. Cada uno se siente autónomo, sigue una línea melódica independiente, pero, al hacerlo, crea un conjunto armónico en el que todos se sostienen mutuamente y tejen una red de formas sonoras de una riqueza que supera con mucho la de cada voz aislada. Desde su posición de independencia, cada cantor se apoya en los demás y los apoya, se deja enriquecer y los enriquece, contribuye a crear un ámbito de sonoridad y, a la vez, se siente nutrido por él.
Trabajar en grupo con este espíritu de independencia y solidaridad es la vía regia para configurar el nuevo Humanismo de la unidad, la creatividad y el servicio que eminentes pensadores han venido promoviendo desde la década de los años 20 , con vistas a crear una figura de hombre nuevo, y configurar, así, una nueva época, un modo nuevo y más perfecto de pensar, sentir y querer.
"Estamos al comienzo de una nueva época de la historia humana -escribe Karl Friederichs- y, por tanto, de una nueva imagen del mundo. Esto significa, como siempre, una enorme ampliación del horizonte espiritual, pero, además, el acceso a ´nuevas´ dimensiones, a lo suprasensorial, es decir, significa el comienzo de un saber claro de algo que siempre se presintió; o, dicho más exactamente: lo que los más versados de todos los tiempos han sabido siempre empieza a ser accesible a todos (2).
La tarea específica del auténtico líder es ser como una "abeja de lo invisible" -en expresión de Rainer Mª Rilke-, un ser capaz de captar la quintaesencia de cada movimiento cultural, de cada manifestación noble del espíritu humano, y transmitirlo a las gentes de forma sugestiva y persuasiva, de modo que se comunique lo mejor al mayor número.