La sutil distinción

Autor:  Padre Alfonso Sánchez-Rey López de Pablo  

 

 

El otro día, hablando con un amigo me contaba lo que había encontrado en un periódico: el columnista la emprendía contra alguien porque decía que era un fanático; su delito: creer en el matrimonio por la Iglesia. Pero, hombre, si muchas de las personas de este país son católicas, le dije. Pues ya ves, no se dan cuenta de que según este columnista son unos intolerantes.

Me quedé perplejo, mientras él me miraba condescendiente y burlón. 
Luego, ya más serio, se puso en plan teórico para explicarme: Sí hombre, es evidente, en todo este tinglado lo que chirría es tener convicciones. Tener convicciones es de mal gusto: en una conversación fina queda fatal mantener una postura de la que estamos convencidos, porque de solo pensar que el otro pueda tener una idea distinta y encontrarnos con esa situación tan violenta, nos deja sobrecogidos de pánico. Mejor estar en esa especie de magma inconcreto, decir lo que sabemos que no va a molestar, para no buscarnos problemas. Bastantes problemas tiene ya la vida como para buscarlos.

Y así, seguía diciendo, nos desenvolvemos en un caldo de cultivo de mediocridad, sencillamente porque las ideas no prosperan, porque las creencias no existen, porque la tolerancia (un valor tan en alza y al mismo tiempo tan etéreo) la convertimos en el escudo para defender el propio vacío interior. ¿Y la libertad? ah la libertad, te dirán que es un gran valor, pero acaba siendo papel mojado, porque no es más que la excusa para que a uno no le corten la retirada cuando está un poco cansado de oír opiniones distintas a las suyas.

Hay que explicar, me decía, algo que debe ser una sutil distinción para esos hombres de mundo, y es que tener convicciones no es ser un fanático, creer en algo no supone ser un intolerante, y que, por supuesto, hacer que la fe rija nuestra existencia no significa hipotecar la propia libertad. Casi nada.

Yo sin ir más lejos, me decía, me considero una persona normal, no creo haber salido de las cavernas, leo el periódico, me gusta estar informado, sé disfrutar de las cosas; es más, me parece un valor fundamental la democracia y los derechos humanos. No obstante, tengo convicciones, no solo opiniones (que también las tengo, faltaría más); por ejemplo, creo en Dios como algo que no es meramente ornamental, sino medular en mi vida. Y, ya ves, me considero libre. Yo no sé si tendré que ir al médico, porque el caso es que no me considero fundamentalista ni intolerante. ¿A ti qué te parece?² Yo me quedé pensando. A ver, qué va a hacer uno, sino pensar con detenimiento estas cosas.


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