Vía Crucis

Autor:  Padre Alfonso Sánchez-Rey López de Pablo

 

 

Oración preparatoria:

Jesús, nos encontramos ante Ti, dispuestos a acompañarte en este camino de amor y sufrimiento redentor. Queremos meditar los acontecimientos que viviste tan intensamente y por amor a nosotros. Queremos acompañarte en ese itinerario de entrega desde tu condena a muerte hasta tu sepultura. Son nuestros pecados la causa de tanto dolor. Por eso te pedimos perdón y hacemos el propósito de luchar por no ofenderte más.
María Santísima, queremos también acudir a ti, que estuviste tan cerca de tu Hijo, para que nos ayudes a no abandonarlo nunca, a ser cada vez más fieles a lo que nos vaya pidiendo.

1. Jesús es condenado a muerte. 
V/ Te adoramos, Cristo y te bendecimos
R/ Porque con tu santa cruz redimiste al mundo.

Es el momento esperado. Lo esperaban los enemigos de Jesús para acabar con Él, pero también lo esperaba el Padre para acoger el sacrificio redentor del Hijo. Cuánto tiempo de espera: el hombre, herido por el pecado, tiene anhelos de salvación. Y la muerte, que ha sido consecuencia de la culpa, va a ser ahora instrumento de redención. Es la hora de Dios y la hora del hombre. 

Padrenuestro. Avemaría.
V/ Señor, pequé.
R/ Tened piedad y misericordia de mí.

2. Jesús carga con la cruz. 
V/ Te adoramos, Cristo y te bendecimos
R/ Porque con tu santa cruz redimiste al mundo.

Cargar con la cruz se ha hecho ya un lugar común. Nos quejamos de tantas cosas... cruces que, la mayoría de las veces, son inventadas. Con serenidad Cristo acoge en el madero todos nuestros dolores. Señor que no desprecie el sufrimiento, que vea todo con la entereza de la entrega y que no me deje llevar por victimismos estériles. Todo por Ti y para Ti.

Padrenuestro. Avemaría.
V/ Señor, pequé.
R/ Tened piedad y misericordia de mí.

3. Jesús cae bajo el peso de la cruz. 
V/ Te adoramos, Cristo y te bendecimos
R/ Porque con tu santa cruz redimiste al mundo.

La cruz cae pesada sobre los hombros del Señor, son los pecados del hombre, de cada hombre, de todos los hombres, todo un mazazo sobre el alma de nuestro Redentor. Nunca nos terminaremos de dar cuenta de lo que supone el pecado, que hace caer rendido a todo un Dios, porque quiere llevarlos sobre sus hombros y liberarnos de ese peso tremendo.

Padrenuestro. Avemaría.
V/ Señor, pequé.
R/ Tened piedad y misericordia de mí.

4. Jesús se encuentra con su Santísima Madre. 
V/ Te adoramos, Cristo y te bendecimos
R/ Porque con tu santa cruz redimiste al mundo.

María no podía faltar a la cita con su Hijo. Para eso ha venido al mundo, para abrir definitivamente el camino que el Señor nos señala hacia el Padre. Cuánta intimidad de amor en el cruce de sus miradas. Se funden en unidad de intención y de obediencia ambos corazones. María sufre, ama y espera. Es corredentora con Él.

Padrenuestro. Avemaría.
V/ Señor, pequé.
R/ Tened piedad y misericordia de mí.

5. El Cirineo ayuda a Jesús a llevar la cruz. 
V/ Te adoramos, Cristo y te bendecimos
R/ Porque con tu santa cruz redimiste al mundo.

Hay que aprender a arrimar el hombro sin quejas, porque la cruz se presenta cuando menos lo esperamos, pero no hemos de verla con ingratitud o con desprecio, ya que es siempre signo de predilección de Dios. ¡Qué dulce es compartir con Jesús su propio destino!. Si la aceptamos, empieza a hablarnos de alegría y cambia la vida.

Padrenuestro. Avemaría.
V/ Señor, pequé.
R/ Tened piedad y misericordia de mí.

6. La Verónica limpia el rostro de Jesús. 
V/ Te adoramos, Cristo y te bendecimos
R/ Porque con tu santa cruz redimiste al mundo.

Tengo anhelos, verdaderos deseos de ver tu rostro, amable y sereno a pesar del dolor. Casi me avergüenza limpiar tu cara llena de heridas y sentir que tus ojos se clavan en los míos. Se para mí, Señor, el espejo donde mirarme, y que tu santa faz quede impresa en mi alma para siempre.

Padrenuestro. Avemaría.
V/ Señor, pequé.
R/ Tened piedad y misericordia de mí.

7. Jesús cae por segunda vez. 
V/ Te adoramos, Cristo y te bendecimos
R/ Porque con tu santa cruz redimiste al mundo.

Mis rebeldías reiteradas, mis descuidos, mi indiferencia, no es algo que dé igual, porque marcan más, si cabe, tus espaldas con el peso de mis ingratitudes y ligerezas. Tu afán por levantarte y seguir me hablan de fidelidad, de perseverancia, a pesar del desaliento que surge en mí al ver mis debilidades.

Padrenuestro. Avemaría.
V/ Señor, pequé.
R/ Tened piedad y misericordia de mí.

8. Jesús consuela a las hijas de Jerusalén. 
V/ Te adoramos, Cristo y te bendecimos
R/ Porque con tu santa cruz redimiste al mundo.

Los consuelos de Dios no hay que buscarlos, pero si llegan hay que agradecerlos. Cuando uno se da, aunque le toque pasar por la tribulación, recibe mucho mas a cambio. Que brote espontáneo de mi corazón ese afán de agradecimiento por tantos dones conocidos y desconocidos.

Padrenuestro. Avemaría.
V/ Señor, pequé.
R/ Tened piedad y misericordia de mí.

9. Jesús cae por tercera vez. 
V/ Te adoramos, Cristo y te bendecimos
R/ Porque con tu santa cruz redimiste al mundo.

Cuánto le duelen al Señor las caídas de aquellos que deberían ser más fieles, el orgullo de quien pretende prescindir de Él, la frivolidad de quien pone por delante sus intereses bastardos, las cobardías de quien debiera obrar bien y se deja llevar por la tibieza, la sensualidad de quien se hace esclavo de sus propias pasiones.

Padrenuestro. Avemaría.
V/ Señor, pequé.
R/ Tened piedad y misericordia de mí.

10. Jesús es despojado de sus vestiduras. 
V/ Te adoramos, Cristo y te bendecimos
R/ Porque con tu santa cruz redimiste al mundo.

Nos encontramos con el desprendimiento total. Es la desnudez más absoluta, despojado de todo: prestigio, poder, fama... Señor, yo también quiero ponerlo todo en tus manos. Cuesta la renuncia pero construye. Que sepa, si es necesario con heroicidad, rendir el juicio en obediencia y poner a tus pies mis afectos.

Padrenuestro. Avemaría.
V/ Señor, pequé.
R/ Tened piedad y misericordia de mí.

11. Jesús es clavado en la cruz. 
V/ Te adoramos, Cristo y te bendecimos
R/ Porque con tu santa cruz redimiste al mundo.

Los clavos traspasan sus manos y sus pies. Puesto como signo de contradicción en ese travesaño horizontal que quiere abarcar al mundo y el vertical que apunta al cielo. La cruz que marca el signo más, la entrega absoluta. La cruz que ya no podrá considerarse como signo de vergüenza, sino como signo de positivo de triunfo. 

Padrenuestro. Avemaría.
V/ Señor, pequé.
R/ Tened piedad y misericordia de mí.

12. Jesús muere en la cruz. 
V/ Te adoramos, Cristo y te bendecimos
R/ Porque con tu santa cruz redimiste al mundo.

Jesús se muestra más que nunca como profeta, sacerdote y rey. Es profeta que habla ahora desde su desvalimiento, que proclama la salvación. Es sacerdote entregado que tiende un puente entre tierra y cielo, el hombre y Dios. Es rey de reyes con soberanía sobre el universo que reina desde la humildad de esa cruz. Y quiere reinar en cada uno de nuestros corazones.

Padrenuestro. Avemaría.
V/ Señor, pequé.
R/ Tened piedad y misericordia de mí.

13. Jesús es bajado de la cruz y entregado a su Madre. 
V/ Te adoramos, Cristo y te bendecimos
R/ Porque con tu santa cruz redimiste al mundo.

María sostiene en sus brazos al autor de la vida. Qué gran paradoja, la Vida que ha llevado en su seno está ahora herida por la muerte. María, que es Madre de Dios y Madre Nuestra abraza a su Hijo, llora por esa Vida que ha dado vida al mundo, y siente su corazón traspasado el dolor de la corredención.

Padrenuestro. Avemaría.
V/ Señor, pequé.
R/ Tened piedad y misericordia de mí.

14. Jesús es puesto en el sepulcro. 
V/ Te adoramos, Cristo y te bendecimos
R/ Porque con tu santa cruz redimiste al mundo.

Jesús conoce la muerte, el desgarro de la separación entre el cuerpo y el alma. No es una ficción. La Vida que ha iluminado al mundo ha sido vencida, aparentemente, por la muerte. Pero la muerte, el dolor, el sufrimiento, no tienen la ultima palabra porque encierran una esperanza, el anuncio de la resurrección.

Padrenuestro. Avemaría.
V/ Señor, pequé.
R/ Tened piedad y misericordia de mí. 

Oración final.
Señor y Dios nuestro, rico en misericordia y fuente de todo consuelo, hemos acompañado a tu Hijo por el camino de la cruz; hemos revivido con Él los momentos de su Pasión. Concédenos la gracia de que este Via crucis nos ayude a identificarnos con Cristo y a ser corredentores con Él, a semejanza de María. Que siguiendo sus pasos, lleguemos a resucitar con Él.
Unidos al Papa.
Es una piadosa costumbre terminar el Vía crucis rezando por la persona e intenciones del Papa, “el Dulce Cristo en la tierra”, como lo llamaba Santa Catalina de Siena. Con ello lucramos también las indulgencias concedidas para el rezo de esta oración.
Por la persona e intenciones del Papa. 
Padrenuestro. Avemaría. Gloria.

ORACIÓN A LA VIRGEN MARÍA POR EL SANTO PADRE EL PAPA

Virgen María, que amas con amor solícito a todos tus hijos,
cuida con particular amor de Madre
al Vicario de Cristo en la tierra,
a nuestro Santo Padre el Papa,
para que, en sus desvelos por la Iglesia y el hombre,
sienta siempre el apoyo y la oración de los hijos de la Iglesia.
Regálale con la alegría cotidiana que brota del amor,
protégelo contra las insidias de quienes no aman a Dios,
contra las incomprensiones de quienes no le aman lo suficiente.
Ofrécele tu ternura de Madre
para que no se sienta solo
en la tarea de regir la Iglesia.
Muéstrate como Madre amorosísima
para él que es el "Dulce Cristo en la tierra".
Y ofrécele siempre tu consuelo. Así sea.

©Prohibida la reproducción total  o parcial sin autorización del  P. Alfonso Sánchez-Rey López de Pablo  srey@planalfa.es