Encontremos el mensaje de Dios en esta Navidad

Autor: Padre Alfredo I Hernández

 

 

Tomaremos un descanso hoy de nuestro estudio de la Encíclica del Papa Benedicto XVI, Spe Salvi, para enfocarnos en la Navidad. Sin embargo, si es Jesús la única fuente de la verdadera esperanza, estamos de verdad siguiendo el mismo tema de la Encíclica al hablar del significado de su nacimiento.

El texto evangélico que se lee en la Misa del día de Navidad es el prólogo de San Juan (1, 1-18). Este pasaje no menciona la Navidad de por sí. No menciona ni a la Virgen María ni a San José, ni a los ángeles ni a los pastores, ni a los Reyes Magos ni a Herodes. Sin embargo, expresa el significado de la Navidad de la manera más profunda: "Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros" (1, 14).

El Hijo de Dios ha compartido nuestra condición humana, en todo menos en el pecado. El Hijo de Dios, que es Dios (cf. Juan 1, 1), ha tomado un cuerpo humano y es ahora, para siempre, uno de nosotros. El es de verdad el "Emmanuel ... Dios-con-nosotros" (Mateo 1, 23). ¡Qué maravilla!

En uno de sus libros antes de su elección papal, Benedicto XVI (el entonces Cardenal Joseph Ratzinger) recuenta una historia del famoso autor judío, sobreviviente del Holocausto, Elie Wiesel. Un niño entra llorando a la habitación de su abuelo. Le dice que su amigo lo ha abandonado.

"Estábamos jugando al escondite. Yo estaba tan bien escondido que él no me podía encontrar. Así que se dio por vencido y se fue para su casa. ¿No es eso cruel?" El abuelo le responde, él mismo emocionado, "En verdad, no es bueno. Pero fíjate, es igual con Dios. El está escondido, y nosotros no lo buscamos. ¡Imagínate! Dios está escondido, y nosotros ni lo buscamos".

Según el Papa, en esta anécdota el cristiano puede encontrar el significado de la Navidad. Dios se ha escondido en el Niño Recién Nacido en el pesebre. El se ha escondido en el Hijo del Hombre crucificado. El se ha escondido en el pan y el vino que se convierten en su Cuerpo y Sangre. El está escondido en la persona débil, que necesita algo de nosotros, ya sea el pobre, el enfermo, el anciano, el minusválido, el niño en el seno materno. Con tan poca frecuencia lo buscamos.

Démonos cuenta en esta Navidad que Dios de verdad está con nosotros. Quizás esté escondido, pero está esperando que nosotros lo busquemos. Pudiera ser esta Navidad la oportunidad para encontrar a Aquel que ha venido a encontrarnos.

¿Cómo lo buscamos? Bueno, he aquí la diferencia entre el cuento de Wiesel y la perspectiva cristiana.

Nosotros creemos en la fe que sabemos dónde está escondido. Como hemos visto, encontramos a Dios en Jesús y en cada persona creada a su imagen y semejanza. En la lectura de la Biblia y en la oración; en la celebración de la liturgia, sobre todo la Eucaristía; en el encuentro con cada persona, ahí encontramos a Jesús, si tenemos los ojos de la fe.

Al comienzo comenté que estábamos interrumpiendo nuestra consideración a la Encíclica sobre la esperanza. Sin embargo, lo que hemos dicho sobre la Navidad ayuda a mirar el próximo punto que nos tocaba en el repaso de la carta papal.

Es la sección más densa de la Encíclica, en la cual el Papa hace un estudio minucioso de varios pasajes del Nuevo Testamento que hablan de la esperanza.

Con todo, la conclusión a la cual llega resume por qué la Navidad es la fiesta por excelencia de la esperanza, ya que es la ocasión para celebrar que "la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros". Escribe el Papa: "En el Nuevo Testamento, esta espera de Dios, este estar de parte de Dios, asume un nuevo significado: Dios se ha manifestado en Cristo. No ha comunicado ya la 'sustancia' de las realidades futuras y de este modo, la espera de Dios adquiere una nueva certeza".

Es la esperanza asegurada la que celebramos en la Navidad. Ya sabemos que a Dios se le puede encontrar y cuando lo buscamos, no tenemos nunca que darnos por vencidos. Sabemos dónde está. Busquemos al Dios que nos espera.

¡Feliz Navidad!

 

Diciembre 21, 2007