La esperanza de Jesús es la verdadera fe

Autor: Padre Alfredo I Hernández

 

 

Como les prometí la semana pasada, continuaremos en las próximas semanas repasando la nueva carta del Papa Benedicto XVI, publicada el 30 de noviembre, su Encíclica sobre la esperanza, Spe Salvi.

Después de la parte introductoria, la cual revisamos en mi última columna, el Santo Padre considera "el concepto de esperanza basada en la fe en el Nuevo Testamento y en la Iglesia Primitiva".

Benedicto comienza por insistir en la diferencia entre la esperanza que trajo Jesús y la que se presentaba en muchos casos de su época. Hubo varios casos, ya sea en el ambiente greco-romano como en el judío, de hombres que ofrecían la liberación política como solución para los problemas de sus contemporáneos.

El encuentro con Jesús no ofrecía esa clase de esperanza. Lo que El les daba a quienes lo encontraban era la certeza que la realidad más profunda del ser humano se había transformado de tal forma que las relaciones entre ellos también tenían que cambiar.

Citando el ejemplo de la Carta de San Pablo a Filemón, en la que le pide a Filemón que reciba con compasión y "como hermano querido" (Filemón 16), a un esclavo fugitivo, Onésimo, escribe el Papa: "Los hombres que, según su estado civil se relacionan entre sí como dueños y esclavos, en cuanto miembros de la única Iglesia se han convertido en hermanos y hermanas unos de otros".

Aun si el mundo exterior no cambia, la realidad más íntima del cristiano ha cambiado, y eso requiere un cambio en sus relaciones con todos, un cambio que le abre a la esperanza de un mundo nuevo, el cual es el destino de nuestra peregrinación por el mundo actual.

Aunque habían muchos cristianos que, como vimos la semana pasada en el ejemplo de Santa Josefina Bakhita, habían experimentado la injusticia y el sufrimiento como preparación para la nueva esperanza traída por Jesús, también habían muchos conversos de las clases más pudientes. Según el Papa, Ellos también buscaban la esperanza, ya que "la religión de Estado romano se había esclerotizado convirtiéndose en simple ceremonial ... Se veía lo divino de diversas formas en las fuerzas cósmicas, pero no existía un Dios al que se pudiera rezar".

Cuando uno depende de las fuerzas cósmicas, o sea de la superstición, se pierde no solamente a Dios, sino también la libertad humana.

El Papa menciona un pasaje de San Gregorio Nacianceno: "En el momento en que los Magos, guiados por la estrella, adoraron al nuevo rey, Cristo, llegó el fin para la astrología, porque desde entonces las estrellas giran según la órbita establecida por Cristo".

Teniendo en cuenta nuestra realidad, en la cual ha surgido con fuerza una nueva dependencia en la astrología; la lectura de las cartas, los videntes, la afirmación insistente de Benedicto nos dice mucho: "No son los elementos del cosmos, las leyes de la materia, lo que en definitivo gobierna el mundo y el hombre, sino es un Dios personal quien gobierna las estrellas, es decir, el universo; la última instancia no son las leyes de la materia y de la evolución, sino la razón, la voluntad, el amor: una Persona. Y si conocemos a esta Persona, y ella a nosotros ... ahora somos libres".

He aquí una fuente importantísima de la esperanza, es sólo conociendo al Dios personal que Jesús trae al mundo que podemos ser libres. La próxima vez que sientan la tentación de pasar la página para consultar un astrólogo engalanado, "para ver qué dice hoy", recuerden que la libertad, y por lo tanto la esperanza, sólo la ofrece Cristo.

Luego, Benedicto usa el arte presente en los primitivos sarcófagos cristianos, para considerar cómo la esperanza se mostraba delante de la muerte, para los cristianos de los primeros siglos.

Desde fines del siglo III, se encuentra la figura de Cristo como el verdadero filósofo, con el Evangelio en una mano y un bastón en la otra, siendo así Jesús el que nos enseña la verdad sobre el ser humano, mostrándonos así el camino hacia la vida eterna, el camino que es El mismo. La imagen del pastor trae a la mente al Buen Pastor, y al pastor del Salmo 23 (22): "El Señor es mi pastor, nada me falta ... Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo".

Como dice el Papa, "saber que existe aquel que me acompaña incluso en la muerte y con 'su vara y su cayado me sosiegan', de modo que 'nada temo', era la nueva 'esperanza' que brotaba en la vida de los creyentes".

Al seguir por el camino del Adviento, reflexionemos sobre la esperanza que nos trae Jesús. Es la misma que les ofrecía a los primeros cristianos y que nos brinda la salvación.

 

Diciembre 14, 2007