Nunca hay que perder la esperanza en Cristo

Autor: Padre Alfredo I Hernández  

 

 

El último capítulo de la carta encíclica Spe Salvi del Papa Benedicto XVI lleva el título, "Lugares de aprendizaje y del ejercicio de la esperanza". El Santo Padre considera tres formas de crecer en la esperanza: la oración, el actuar y el sufrir, y el Juicio. Hoy trataremos las primeras dos.

Primero, la oración es una manera esencial para aprender la esperanza y para expresarla. Un ejemplo importante en esta parte de la encíclica es el Cardenal Nguyen Van Thuan, encarcelado cruelmente por los comunistas en Vietnam. Escribe de él el Papa: "Durante 13 años en la cárcel, en una situación de desesperación aparentemente total, la escucha de Dios, el poder hablarle, fue para él una fuerza creciente de esperanza, que después de su liberación le permitió ser para los hombres de todo el mundo un testigo de la esperanza, esa gran esperanza que no se apaga ni siquiera en las noches de la soledad".

San Agustín le ofrece al Santo Padre materia adicional para considerar este tema: "El define la oración como un ejercicio del deseo. El hombre ha sido creado para una gran realidad, para Dios mismo, para ser colmado por El. Pero su corazón es demasiado pequeño para la gran realidad que se le entrega. Tiene que ser ensanchado".

Según esta visión, en la oración se ensanchan nuestros corazones, no sólo para poder recibir el don que Dios nos quiere dar, el don que es Dios mismo, sino también para poder recibir y acoger a nuestros hermanos. La oración personal, que debe estar ligada a la oración pública de la Iglesia, nos purifica, para que podamos llegar "a ser capaces de Dios e idóneos para servir a los hombres".

Luego, el Papa pasa a considerar "el actuar y el sufrir como lugares de aprendizaje de la esperanza".

En cuanto al actuar, el Papa aclara que nuestras obras no nos ganan el cielo ni lo edifican por su cuenta. Pero no son indiferentes tampoco. El tratar de hacer el bien, sobre todo cuando parece no valer la pena, es una expresión preciosa de esperanza. Me acuerdo que mi primer párroco insistía mucho en este punto, diciéndoles frecuentemente a sus feligreses: "¡Nunca!, ¡nunca se den por vencidos!" Un himno muy popular, Santa María del Camino, lo expresa de esta forma: "Aunque te digan algunos que nada puede cambiar, lucha por un mundo nuevo, lucha por la verdad".

Escribe el Papa: "Por un lado, de nuestro obrar brota esperanza para nosotros y para los demás; pero al mismo tiempo, lo que nos da ánimo y orienta nuestra actividad, tanto en los momentos buenos como en los malos, es la gran esperanza fundada en las promesas de Dios".

Es preciosa la sección que considera la relación entre esperanza y sufrimiento. Relata Benedicto la experiencia de un mártir vietnamita del siglo XIX, que en medio de terribles abusos, y preparándose para la muerte, vivió la esperanza: "El sufrimiento y los tormentos son terribles y casi insoportables. Sin embargo, ha surgido la estrella de la esperanza, el ancla del corazón llega hasta el trono de Dios. No se desata el mal en el hombre, sino que vence la luz: el sufrimiento, sin dejar de ser sufrimiento, se convierte a pesar de todo en canto de alabanza". La imagen del "ancla del corazón" es una manera bellísima de describir lo que puede tratar de hacer todo el que sufre, y que debemos hacer los demás miembros de la Iglesia por ellos. En medio de todo tipo de sufrimiento, ya sea por enfermedad, por injusticias, por problemas en la familia, por crisis económicas, por soledad, es posible tirar el "ancla del corazón" hacia Dios.

Cuando las pruebas de la vida son tan grandes que no logramos encontrar la esperanza, es ahí, según el Papa, más falta nos hace tener ejemplos que nos ayuden: "testigos, mártires, que se han entregado totalmente, para que nos ... demuestren (la esperanza) día tras día".

Aprendiendo a ofrecerle a Dios las penas más o menos grandes de nuestras vidas ya empezamos a entender cómo es que el sufrimiento puede ser una manera de asemejarnos más a Cristo crucificado y así lograr que el ancla de nuestra esperanza llegue hasta el corazón de Dios.

La semana que viene terminaremos nuestro estudio de esta encíclica, viendo que nuestra visión del Juicio puede nutrir la esperanza y que María, la Madre de Jesús, es la Estrella de la Esperanza. Mientras tanto, podamos por medio de nuestras oraciones, obras y sufrimientos, experimentar el don de la esperanza.

Enero 25, 2008