Terrorismo silencioso y sus victimas

Autor: Álvaro Fernández Texeira-Nunes

 

 

En los atentados de Nueva York y Washington, murieron unas 7.000 personas. Sólo como consecuencia del aborto quirúrgico, mueren en el mundo 50 millones de niños al año. En 12 meses se alcanza el número de víctimas equivalente a diez Holocaustos, y en veinticuatro meses, se alcanza el de la Revolución Comunista, que duró 70 años

En forma paralela al "terrorismo espectacular" que lamentablemente presenciamos días atrás -y que en segundos termina con miles de vidas humanas-, hay un "terrorismo silencioso", más discreto en su accionar. Persigue otros fines y son otros sus ideólogos: nos referimos al muy comentado pero poco conocido control poblacional. Es una forma violenta de lucha política y económica, porque todo vale para ellos: no tiran bombas, ni estrellan aviones, pero a fuerza de dinero, atacan brutalmente las conciencias de los ignorantes, cuando no la integridad moral de quienes les salen al paso. A quien lucha por la vida, lo descalifican de todas las formas posibles; a quien defiende a estos luchadores, los acusan de totalitarios, al que escribe, le cambian el sentido de sus palabras. Por todos lados generan confusión, duda, desinformación. Y para ello, se apoyan en poderosos medios de comunicación.

Su objetivo es la destrucción del orden establecido, la desconstrucción de la familia y la eliminación del matrimonio, al que consideran una institución esclavizante. Hablan de "tipos de familia", al tiempo que aplauden las uniones libres y el divorcio; como consecuencia, se reduce el compromiso y se incrementa la anticoncepción.

Crean un clima de temor e inseguridad, lanzando mensajes de alerta, de que el mundo no resiste más población, de que los recursos son escasos, que la tierra se está recalentando y que el mar se está contaminando como consecuencia de la superpoblación. Al mismo tiempo, promueven la educación sexual de los jóvenes para que, fuera del matrimonio, tengan "una sexualidad responsable". Como las relaciones sexuales responsables fuera del matrimonio no existen -son mera ilusión, puesto que no hay compromiso-, fomentan la anticoncepción, para no asumir la responsabilidad por las posibles consecuencias del acto sexual. Argumentan que la anticoncepción, es el mejor remedio para evitar el aborto; pero luego legalizan el aborto, como remedio para cuando falla la anticoncepción. Quieren que los jóvenes sean absolutamente libres para hacer lo que les plazca, y les facilitan los medios para eliminar las consecuencias de comportamientos irresponsables. La culpa no es del chancho, sino del que le rasca el lomo: docentes, médicos, medios masivos de comunicación, instituciones aparentemente serias, ¡políticos!, se lanzan a la caza del adolescente. Y como a esa edad importa mucho el que dirán, lo políticamente correcto, el que se aparta del montón, es un trasnochado. Consecuencia: sigue la corriente.

Siempre se dice que los jóvenes son la esperanza. Cómo ya están en edad de reproducirse, los mandan a defenderse del embarazo precoz y del SIDA con la sola protección de un preservativo. Dicen: "¡Que los chicos se diviertan!", y los mandan a la guerra con un tenedor: no por casualidad, el 70% de los infectados de SIDA en Uruguay, tiene entre 15 y 25 años... Promueven conductas de riesgo, y al mismo tiempo, dicen que hay que ser responsable al asumir conductas de riesgo. ¿A quien se le puede ocurrir que quien asume conductas de riesgo puede ser responsable? ¿A quien se le puede pasar por la imaginación que un chico drogado pueda tomarse el trabajo de usar correctamente un preservativo?

Realizan esterilizaciones compulsivas en mujeres pobres, cuanto más jóvenes mejor; de esto, hay lamentables ejemplos en Perú y en China; y también en Uruguay, aunque a menor escala, según denunció hace unos meses la Diputada Daisy Tourné, integrante de la Comisión Especial de Género y Equidad de la Cámara de Representantes.

Implementan programas donde importa más salvar una ballena o un gorila que una vida humana. Hace unos años, tuvimos la ocasión de presenciar en un país del primer mundo -comparable al Reino del Revés-, cómo por un lado se aprobaba la despenalización del aborto, y por otro se iniciaba una campaña de protección animal que tendía a eliminar la marcación a fuego de los vacunos "para evitar el sufrimiento de los animales"... 

Y a la hora de sumar adeptos, siempre invocan la piedad: ¡piedad para la mujer que quedó embarazada sin buscarlo, para el anciano que tiene una enfermedad dolorosa, piedad para el hombre que quiere unirse en matrimonio con otro hombre, piedad para el niño que crece enfermo en el vientre de su madre, porque si nace va a sufrir, piedad para los adolescentes, que tienen derecho a pasarla bien!: piedad, piedad, piedad... ¡Aparente piedad! Luego, mucha impiedad: a la hora de matar al nonato, a la hora de liquidar al anciano, a la hora de respetar la ley natural, a la hora de emplear soluciones eugenésicas, a la hora de lamentarse por los enfermos de SIDA. Esta edición especial, pretende llamar la atención sobre algunas estrategias y mentiras que unos pocos proponen, unos cuantos tontos útiles amplifican, y que a muchos perjudican.

Víctimas del terrorismo silencioso

El control poblacional se realiza en los países del Tercer Mundo, fomentando principalmente, la anticoncepción, la esterilización, el aborto, la homosexualidad y la eutanasia. Es el objetivo de muchos programas que se presentan tras la careta de "paternidad planificada", "salud reproductiva", "derechos sexuales", etc.. Estos programas, sirven a los intereses de algunos poderosos que pretenden mantener sus posiciones de dominio, condenando a muchos pueblos a la pobreza por falta de población y de mercados. 

En los atentados de Nueva York y Washington, murieron unas 7.000 personas. Sólo como consecuencia del aborto quirúrgico, mueren en el mundo 50 millones de niños al año. En 12 meses se alcanza el número de víctimas equivalente a diez Holocaustos, y en veinticuatro meses, se alcanza el de la Revolución Comunista, que duró 70 años.

Las víctimas de esta práctica -la peor de todas las que utiliza el control poblacional- son los más indefensos de la sociedad: los niños por nacer. El efecto del aborto no sólo es destructivo para el niño, sino también para la madre. En el peor de los casos, las pinzas, tenazas, aspiradoras y curetas del abortero, se meten dentro de la madre del mismo modo que los aviones se metieron dentro de los edificios neoyorquinos. El objetivo es el mismo: terminar con la vida de seres humanos inocentes. Luego de la muerte del niño, como sucedió con las Torres Gemelas, se "derrumba" la madre. Los efectos son devastadores, porque además de terminar con la vida de 50 millones de niños al año, el aborto termina con la vida psicológica y afectiva de 50 millones de madres al año: ninguna mujer vuelve a ser la misma luego de abortar, aunque intente disimularlo.

Hasta hace poco, el poderoso lobby antivida iba sobre ruedas: Bob y Hillary lo apoyaban. Pero recibió un duro golpe a partir del ajustado triunfo de George W. Bush en las elecciones presidenciales. En efecto, el nuevo Presidente de los Estados Unidos, cortó los fondos que la administración Clinton otorgaba a diversas instituciones para promover el control poblacional en los países pobres. De todos modos, siguen adelante y es necesario estar en guardia.