Para reflexionar

Autor: Ángela Jaramillo

 

 

Cuándo era aún muy chica y estaba en el colegio, la profesora de español no era estimada por las alumnas del curso. Era muy seria, parecía fría y además demasiado exigente. Los trabajos debían tener una presentación impecable y su contenido debería merecer la excelencia. Su reputación no era nada buena, todos comentaban que era una fiera, pero contrario a todo esto, era magnífica para enseñar. Aprendíamos porqué teníamos que aprender. Su lema era "Si el alumno no aprende, la falla es del maestro" Cuando entregábamos nuestras tareas, eran devueltas con tachones en rojo y había que repetirlas cuantas veces fuera necesario hasta que ella las consideraba aceptables. 
Antes de un examen estudiábamos hasta que el sueño nos vencía. Cuándo leía las notas de nuestras

calificaciones a cada una nos explicaba los errores que habíamos cometido y de nuevo otro trabajo sobre el tema hasta que lo entendíamos perfectamente.
Puedo decir que fué agobiante esta etapa de las clases de español y para completar, también las de literatura. Es que nos exprimía hasta sacarnos todo el jugo. Una sonrisa se dibujaba en sus labios al ver que pasábamos su materia de español y lográbamos llegar a la meta propuesta.

Cuándo por fin recibimos nuestro grado en la secundaria, Leticia se acercó y nos abrazó a todas, una a una nos confesó el cariño y el orgullo que sentía por nosotras.

No pasó mucho tiempo, el ingreso a la universidad, la universidad en sí y la nueva vida me permitió reconocer que gracias a las exigencias de Leticia, mi profesora de Español, yo me había fortalecido y cada año que estuve con ella maduraba y no tenía miedo a enfrentar obstáculos. LETICIA FUE LA MEJOR PROFESORA QUE TUVE DURANTE MIS AÑOS DE COLEGIO.

Entonces por qué agobiarnos y desperdiciar tanta energía cuando tenemos un problema. Los problemas, no importa cuáles sean SON OPORTUNIDADES PARA NUESTRO CRECIMIENTO ESPIRITUAL. Por qué no confiar en nuestras capacidades, nuestros talentos y en DIOS. DIOS es nuestro maestro, sabe qué necesitamos 
moldearnos hasta obtener la forma que Él quiere para nosotros. La vida es un reto constante y solo tenemos dos alternativas: Salimos adelante o nos quedamos. Es mejor decidirnos a enfrentar los retos porque cuando miramos hacia atrás, cuándo ya todo ha pasado nos damos cuenta que esos malos momentos nos dejaron las más grandes enseñanzas y los mayores beneficios. Es entonces cuándo bajamos la cabeza y humildemente tenemos que decir: "GRACIAS DIOS MÍO. YA ENTENDÍ QUE ERA LO QUE DESEABAS PARA MI"